27. Punto ciego (segunda parte)

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«Maldición, ¿y ahora qué?» me pregunté. Estaba claro que Solae no regresaría y todo indicaba que volvía a cero. Me puse a revisar mi móvil, encontrándolo lleno de notificaciones recientes que me etiquetaban en videos y fotos de mi pelea con Anton. De solo pensar en abrirlos se me retorcía el estómago. No quería verlos. No quería saber nada al respecto.

Ingresé al perfil de Solae para ver si se me ocurría alguna idea para abordarla y vi que había cambiado su foto de perfil. Era una foto de esta tarde, de ella junto a Anton en la entrada del colegio.

Al meterme a ver sus nuevas publicaciones, me encontré con que la más reciente era una foto de nosotros dos frente al muro de flores. Debía de haberla subido poco antes de iniciar la pelea. Me quedé contemplándola idiotizado, agradeciendo que aún no la hubiese eliminado y solo por si acaso, la guardé en mi celular.

—Se ven bonitos juntos —Salté de la banca, dejando caer mi celular sobre la arenilla al escuchar aquella voz femenina y familiar. La hermana de Solae estaba detrás mío, mirando por sobre mi hombro. No esperaba encontrarme con ella. La verdad no esperaba encontrarme con nadie.

—¡Tam... Tamara! —exclamé recogiendo mi celular y limpiándolo mientras revisaba que no se hubiese dañado. —¿Qué haces aquí tan tarde? —le pregunté, pero al ver que vestía buzo y que además cargaba un bolso de gimnasia, deduje que recién llegaba de sus clases de voleibol.

—Eso mismo te pregunto. ¿Tú eres el hermano de Paula, verdad? Recién te vi intentando hablar con Solae. ¿Qué querías decirle? —me preguntó sentándose ahora a mi lado.

—Nada.

—Oh, qué pesado. Y yo que pensé que podía ayudarte. Pero, bueno. Si no te interesa... —dijo sonriendo hacia el otro lado.

—Espera, ¿Tú crees que podrías convencerla?

—Solo si me dices qué querías decirle. —me dijo con picardía, y dudé un momento si responderle.

—Solo quería pedirle disculpas por algo que hice hoy.

—Ah, por pegarle a Anton. —señaló con cierta desilusión. Al parecer ya todo el colegio estaba enterado—. ¿Y por qué no se lo puedes decir mañana en clases?

—Quiero decírselo en persona cuando no esté con él. No me he portado muy bien con ella últimamente.

—¿Últimamente?—resopló una risa—. Has sido el peor mejor amigo que alguien podría tener. —exclamó divertida, mientras le echaba un vistazo a su teléfono.

Sus palabras quedaron resonando en mis oídos, mientras el silencio iba creciendo entre nosotros. Al notar mi expresión, se cubrió la boca, como si recién se diera cuenta que la había pillado en falta.

—¿Qué dijiste? —le pregunté atónito—. ¿Dijiste «mejor amigo»?

—¿Dije eso? —Tam esquivó mi mirada.

—Tam, acaso tú... ¿Tú te acuerdas que yo era el mejor amigo de Solae? ¿Te acuerdas de mí?

Tamara me miró en silencio, despegó sus labios como para decirme algo, pero los cerró de inmediato. Parecía arrepentirse de cada frase que comenzaba a formular en su cabeza.

—Alex —dijo por fin, mirándome con los ojos bien abiertos de emoción. —¿Entonces tú también... ?

—¿¡Que si yo también!? ¡Creía que era el único en la Tierra que lo recordaba! —dije, sin poder creerlo y quizás tan emocionado como ella. —¿Pero cómo es posible que tú...?

—Es algo difícil de olvidar viéndote casi todos los días en mi casa y con mi hermana hablando y quejándose de ti todo el día...

—¿Entonces por qué fingiste no recordarme?

No me conoces, pero soy tu mejor amigo ¡En librerías!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora