INTRODUCCIÓN

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Debemos detener el mito del progreso. 

El problema de la pandemia de Covid19 es puramente filosófico. Se trata del efecto inevitable y bien merecido por el afán religioso, el fanatismo por ser los pioneros que exploran y meten sus dedos en los lugares vírgenes del mundo que no deberían ser tocados. La ansiedad por cruzar fronteras y visitar todos los lugares del mundo para sentirse un «pionero» y sacarse una linda selfie, va a producir que un día, por andar tan embalados, abramos un agujero, o una ventana en el lugar más equivocado y que saquemos de su sueño milenario algún organismo o entidad que nos pueda exterminar. Por eso las exploraciones a marte para estudiar sus virus y organismos microscópicos no son la mejor idea de la ciencia. Hoy nos amenaza el Covid19. Se trata de un virus que no alcanza a hacerle cosquillas a la población humana. En los primeros quince días de marzo del año 20 del siglo XXI nacieron  veinte mil italianos fruto de la lujuria sexual, esa gran fuerza que subestimamos tanto, mientras que, en ese mismo intervalo de tiempo el coronavirus mató a menos de seis mil personas. En un mes entero nacieron en Italia cuarenta mil seres humanos,  y el virus solo pudo matar a lo sumo siete mil. Con todo, el virus no alcanza a amenazar la población del mundo, no tiene el poder de matar suficientemente rápido para hacerle si quiera cosquillas a la pirámide poblacional. El número de recuperados es siempre mayor o casi tan grande como el de muertos.

En 1345, en cambio, la muerte negra que se trasmite por medio de la simple respiración (peste neumónica), por el contacto físico y por las pulgas mató al setenta por ciento de todos los italianos. De cada diez infectados solamente tres quedaban con vida, con hermosos bubones sangrantes de recuerdo. En el caso del coronavirus, en cambio, de cada diez infectados muere el cero punto ocho por ciento. Los medievales tenían más valor para enfrentar estas cosas que nosotros. Y en Italia no existían sesenta millones de personas como hoy. No pasaba de los nueve millones de habitantes. Cada día la peste bubónica acababa con seiscientos seres humanos en cada poblado, en cada aldea: no en todo el país, sino en cada ciudad y pueblo rural. En el territorio italiano morían en total cientos de miles por día, durante cuatro largos años. Eso si era serio y macabro, hoy nos quejamos por algo que no se le compara en ningún nivel. En comparación con la Gran Peste el coronavirus no es ni siquiera un chiste. La peste podría regresar en una forma mutada, quizás nos espera en un mercado de animales chino, o en una excavación de oro en una tierra silvestre donde nadie nos invitó a entrometernos con la naturaleza. Al igual que el coronavirus la peste nació también en China y fue llevada por los italianos a Europa, así es, la historia se repite, sólo que esta vez tuvimos mucha suerte, el coronavirus es un perrito pincher comparado con la muerte negra


Pero mañana, podríamos estar desenterrando un virus menos amable que el coronavirus covid19, podríamos sacar de su recipiente algo peor que una viruela mutable

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Pero mañana, podríamos estar desenterrando un virus menos amable que el coronavirus covid19, podríamos sacar de su recipiente algo peor que una viruela mutable. Estamos jugando con fuego. Esta actitud desafiante y temeraria que nos está poniendo en peligro tiene su origen y su solución en una filosofía equivocada y en la represión sexual. Todo ese afán por meternos en donde no deberíamos meternos nace del afán religioso de progresar, explorar y traspasar fronteras.

LA FILOSOFÍA DEL CORONAVIRUSWhere stories live. Discover now