EMPAREDAR A LOS INFECTADOS

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El señor de Visconti en Milán, hacia 1374, decidió que la pandemia no iba a entrar en su ciudad una vez más como lo había hecho en la década de los cuarenta. Era un hombre muy cruel, pero al menos no lo disimulaba. Sólo hubo diez casos que se controlaron rápido, mientras que toda Europa sucumbió a la peste. Visconti emparedaba a las familias de los infectados en sus propias casas. La solución alternativa era que todo habitante enfermo debía ser retirado fuera de la ciudad. Allí se curaría o fallecería.

Si las futuras generaciones siguen el ejemplo de presidentes mediocres, como Iván Duque, que permitió con una sonrisa indulgente durante semanas el ingreso de infectos por el aeropuerto El Dorado, y que luego ordenó que dichos contagiados, que había regresado del extranjero, se quedaran en sus casas, si imitamos esa política, entonces, solamente estaremos emparedando personas de una manera muy sutil.

Y con eso, por cierto, no se va a detener la peste, pues, cada enfermo contagiará a su propia familia, a sus seres amados, y luego contagiará a sus vecinos, y al final toda la ciudad estará infestada. Tampoco se gana nada con convertir en hospitales grandes centros de recreación, ni estadios. Políticas mediocres, para un pueblo mediocre representado por un líder mediocre, el resultado es la muerte de muchos que no deberían morir. Lo que se debe tener preparado, de antemano, y ya lo hemos dicho, es una isla de cuarentena con todas las comodidades. Al menos se deben tener en la ciudad sitios de aislamiento hechos con años de anticipación. La policía tiene sitios para torturar lideres sociales de oposición, como hacía el gran cobarde Augusto Pinochet. Quieren mantener sano el cuerpo social sin comunistas que los infecten de ideas raras. Qué valientes. Pero no mueven un dedo para tener sitios de cuarentena para enfermos en caso de una epidemia. Gente como esa merece todas las pandemias del mundo, todas. Si les importara la gente se prepararían para estas cosas. Incluso se pueden tener grandes barcos para hacer como estaciones de cuarentena. Todo es posible si se prepara con anticipación.

En el Japón, por su parte, se ha enfocado en apagar grupos de brotes clusters infecciosos. La pandemia de coronavirus del año veinte del siglo veintiuno fue solucionada en el Japón pues el país se especializó en encapsular y rastrear como «detectives privados» los casos de infectados. Tenía preparados sitios de aislamiento. Gracias a eso, controló la pandemia, tuvo muy pocos casos en comparación con sus infestados vecinos como China, y, por ende, no necesitó decretar la cuarentena para la población japonesa.

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