PÁNFILO NARVÁEZ: LA GUERRA VÍRICA CONTRA LOS INDÍGENAS

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El 20 de mayo de 1520, actuando a propósito, el español pánfilo Narváez habiendo preparado un plan con un tripulante enfermo de su barco, introdujo aquel infectado, un esclavo africano contagiado con la letal viruela dentro de una aldea azteca. Lo hizo como siempre actuaron los españoles: pidiendo «ayuda» para el pobre amigo. Narváez ya había sufrido viruela y sabía que estaba inmunizado. No necesita ayuda para un negro africano esclavo. Inmediatamente los residentes los dejaron entrar a una habitación de la comunidad indígena a Pánfilo le entró, extrañamente, un sorpresivo afán por irse con el resto de la tripulación. Les sonrió, se despidió afanadamente dando las gracias y dejando al africano en buenas manos. Ese fue el paciente cero de la pandemia que mató a veinte millones de indígenas. 20 millones. Por supuesto, según los nacionalistas españoles esto es pura leyenda negra. Claro. Ellos nos hablarán de la leyenda rosada. Nos contarán sobre la filantrópica expedición Balmis hecha para llevar la vacuna contra la viruela a sus protectorados españoles. Lo que no dirán es que esas vacunas fueron aplicadas siglos después a europeos colonos, no a indígenas, y se hizo cuando ya se habían asegurado de exterminar con esa misma viruela a toda una humanidad de nacionales originarios. En la letra, en el papel, todo lo que escribió el rey y las leyes de indias eran hermosas, un sueño, como la constitución de 1991 de Colombia. Es que el papel aguanta todo. Los españoles de esa época, no decimos los de ahora, y sus descendientes criollos, tienen ese don de la palabra escrita, ese arte de escribir cosas bellas, leyes que suenan geniales, pero no pasa de ser pura carreta.

Letra muerta, garabatos en un papel. Y su excesiva normatividad contrasta con su corrupción. Eso se llama ser leguleyo. Si las cosas fueran como están escritas en las leyes hispánicas viviríamos en el paraíso. Los españoles, de esa época, rara vez miraban la ley sólo la aparentaban. Es como en el sexo: ellos se inventaron la doble moral sexual. De ahí nace la corrupción endémica de sus descendientes criollos, los López Michelsen, los Pastrana, los Santos, en fin. Todo crimen que hayan cometido nuevas republicas criollas latinoamericanas contra los indígenas es responsabilidad de la corona española porque esa corona fue quien los puso allí en primer lugar, —¿estamos claros?— y fue «su majestad» quien les dio la cultura política que tienen, en segundo lugar. Una cultura de la ley, pero sin obras. Una cultura como la de Pánfilo Narváez quien luego de llevar a Francisco, el esclavo africano, a la aldea nativa para infectar a los residentes, se fue a tirar perros salvajes sobre la anciana madre de un cacique. Invitamos al lector a investigar todo esto.

LA FILOSOFÍA DEL CORONAVIRUSWhere stories live. Discover now