Capitulo 14.

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Hace dos años.

Sus pies dolían. Era como si miles de vidrios se encajaran en ellos, torturandola, sentía las pulsaciones de su corazón hasta la garganta, pero eso no importaba. No dejó de correr.
Esta había sido la oportunidad perfecta de escapar.

No sabía donde estaba. Todo a su alrededor era metal cuando cruzó una puerta negra, escuchaba agua correr y mientras mas se acercaba al sonido, un olor repugnante se hacía presente. Dio la vuelta cuando vio que su camino se dividía, al hacerlo sintió ganas de vomitar.

Drenaje

Estaba en una cloaca, definitivamente. El olor a desechos era palpable en todo el lugar, no tuvo mas remedio que acercarse, pues podía jurar que vio unas escaleras justo por donde el agua caía por las tuberias, justo pegada a la pared. Corrió y en pocos segundos ya se encontraba subiendola con rapidez, pero con dificultad, ya que el metal lastimaba sus pies a cada tanto; al estar bajo la tapa de metal de la cloaca intentó abrirla varias veces, pero no cedía. Podía escuchar perfectamente el ruido de los carros, el murmullo de las personas y un rayito de esperanza apareció dentro de ella.

Un pitido chillante la irritó, sus oidos zumbaron y sangre empezó a brotar de su nariz. Desesperada dio un fuerte golpe a la tapa de metal, la cual salió volando impactando contra algo, las vocinas de los coches no se hizo esperar, pero ella no reparó mucho en ello, pues lo que quería era salir de ahí.

La luz del sol la cego por completo, no tenía idea de cuanto estuvo bajo tierra sin recibir un solo rayo de sol, por lo que debía admitir que sentir el calor sobre su piel era gratificante. Cuando pudo enfocarse un poco, notó como frente a ella varios autos estaban detenidos, unos mas atrás hacian sonar sus vocinas, miró a un lado y notó a un hombre hablando por teléfono quejandose, pues la tapa de la alcantarilla había terminado en su limpiaparabrisas.

Una señora se bajo de su auto y se acercó a ella preocupada. Mas la pelirroja se alejó varios pasos asustada. La señora, notando el miedo en sus ojos, se detuvo.

-¿Estas bien?¿Necesitas ayuda?.- preguntó en susurro suave, no queriendo asustarla. Pero Elizabeth no confiaba.

-¿Donde... estoy?.- su voz era rasposa, no tenía idea de cuanto tiempo llevaba sin hablar, pues en donde la tenían encerrada, prefería no hacerlo.

-En Phoenix.

Suspiró aliviada al saber que al menos no la habían llevado al otro lado del mundo. Aunque sabía que los hombres que la tenían encerrada ahí abajo no eran americanos. Descubrió a varios rusos, mexicanos, irlandeses y mas.

-¿Quieres ir al hospital?

Elizabeth negó rapidamente alejandose, la señora la llamó varias veces ofreciendo ayuda, pero la pelirroja se echó a correr. Cuando finalmente logró concentrarse, supo donde estaba y a donde debía ir, las personas a su alrededor la miraban, unos con asco, otras con preocupación y una que otra con miedo.

Al pasar frente a una tienda de ropa, se detuvo en el cristal que separaba los maniquíes de la calle y miró su reflejo. Hacia demasiado tiempo que no se miraba. Sus ojos estaban vacios y rojos. Su cabello maltratado y su piel muy pálida, sus pies descalzos y lastimados. Su vestimente no era la mejor.

Traía uno de esos conjuntos blancos que se parecían a los que utilizaban los enfermos en los psiquiátricos. Así que posiblemente por eso algunas personas la miraban con miedo, creían que era una loca y se había escapado. Negó con la cabeza y siguió su camino.

Lo sentía eterno, por lo que decidió tomar un atajo. Se metió entre unos edificios y corrió de nuevo, al ver el final del camino sonrió, pues en cuanto llegara solo harían falta unas vueltas mas y llegaría a su casa, al edificio donde vivía junto con su amiga Natalie, esperaba que siguiera ahí, lo deseaba.

Monstruo.Where stories live. Discover now