Epílogo.

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Sonriendo los miraba correr por la caliente arena, buscando emocionados y ansiosos conchas y cangrejos que al pequeño le gustaban. Entre risas se empujaban despacio para ver quien encontraba mas que el otro. El sol acariciaba sus cuerpos haciendo que brillaran, siendo mas notable en el mayor que el del pequeño.

Suspiró llena de felicidad, definitivamente, no cambiaría nada de su pasado si todo aquello la trajo hasta aquí, hasta este momento donde rebozaba de felicidad gracias a su familia. Soltó una carcajada al ver caer al vampiro en la arena, quien tenía unas ramas verdes enredadas en las piernas, Silas se reía de su padre ante la travesura que le había hecho. Ahora tenía la apariencia de un pequeño de diez años o menos, pero aún era un pequeño para ambos.

-Oh, pequeño tramposo.- se reía su padre.

Elizabeth sonrió.

No había elegido mal el nombre de su hijo, quien poseía grandiosas habilidades que le permitían manipular la naturaleza a su antojo. Aquello le asombró y fascino a muchos, quienes se deleitaban cada vez que el pequeño hacía crecer un árbol, o los rosales que ahora adornaban la cabaña que tenían en Forks.

Un chillido y movimiento brusco en sus brazos la hizo bajar la mirada a la pequeña bebé en sus brazos, quien despertó de su siesta un tanto alterada. Su madre la mecio un poco surrandole por lo bajo.

-Shh, tranquila bebé, tranquila.- susurraba suavemente notando como la pequeña abría sus parpados mostrando unos brillosos y asombrosos ojos morados, su pequeña melena cobriza se volvió violeta por un momento.

Elizabeth apretó su mano izquierda en puño al sentir como el anillo en su dedo anular quiso salir de su sitio, la cadena que traía en su cuello se elevó en el aire unos segundos, para despues caer de nuevo en su pecho. Al mismo tiempo que la apariencia de su bebé volvía a la normalidad, entonces notó que los ojos de su pequeña volvían a ser de aquel hermoso verde, sus dos hijos habían salido con los ojos de su padre, y lo agradecía, puesto que le encantaba como lucían.

La pequeña entonces empezó a llorar.

-Tranquila, mi amor.- susurró meciendola en sus brazos.- Sé que te asusta, pero te prometo que tu no pasaras lo que yo. No estarás sola. Te amo, mi pequeña Aurore.

La ayudaremos. Es muy fuerte.

La voz de Frost fue una especie de alivio, el saber que su pequeña también tenía un alter-ego que manipulaba el metal, realmente fue un golpe bajo. Tener a Frost como una maestra para su pequeña, la aliviaba mas. Su pequeña bebé se calmó cuando tuvo entre sus manitas un mechón del.cabello blanco de su madre.

Elizabeth sonrió al recordar cuando se enteró que estaba embarazada de nuevo. Fue algo inesperado, pero emotivo, el saber que aún podía embarazarse no solo la emocionó a ella, sino también a Edward, quien estaba ansioso y emocionado por tener otro bebé. Demonios, Elizabeth estaba debutativa al respecto, si bien ahora podía estar embarazada sin sufrir algún daño, y por mas que amara der madre, lo que Edward le había dicho aquella noche la asustaba un poco. Había sido una de esas noche donde ambos disfrutaban de la privacidad que ahora era cada vez menos, mientras sus hijos dormían en la habitacion mas pequeña de aquella casa en la Isla Esme, ellos estaban devorandose en la mas grande.

Ambos estaban desnudos, Edward besaba sus piernas haciendola retoserse sobre la cama ansiosa por que su marido subiera su rostro y le diera lo que deseaba. El vampiro besaba de manera humeda la cara interna de sus muslos, pasando su lengua y alternando con sus besos. Hablando pausadamente.

-He estado pensando...- comentó como quien no quiere la cosa.

-¿Humm?.- fue lo único que logró salir de los labios de la peliblanca.

Monstruo.Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin