𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐗𝐋𝐕𝐈𝐈𝐈 ° 𝐋𝐚 𝐥𝐥𝐚𝐦𝐚 𝐝𝐞𝐥 𝐚𝐦𝐨𝐫 °

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Sus labios no querían borrar el sabor de los suyos, tanto tiempo esperando por el hombre amado, el hombre de su niñez y su juventud

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Sus labios no querían borrar el sabor de los suyos, tanto tiempo esperando por el hombre amado, el hombre de su niñez y su juventud.

Ninguno de los dos se inmutó en cortar su momento, sus besos cada vez más se intensificaron, estaban unidos en un abrazo pero la falta del aire los había hecho parar, y darse cuenta de la locura que habían cometido. Desde su perspectiva era la locura más bonita

No podían permanecer más tiempo juntos o serían descubiertos por los oficiales que aguardaban la espera del ex príncipe, en una sola mirada se despidieron, sabían que esto no podía terminar así pero todavía no era el momento ni la hora .  .  .

Su travesía a la sala del trono había concluido. Ahí estaba su viejo amigo, sentado en ese majestuoso trono aguardando su llegada, difinitivamente el rostro de Ramsés no mostraba  alegría hacia Moisés.

— Ramsés, me da gusto ver qué estás bien hermano — dijo tranquilo al llegar ante el.

— lamentablemente ya no se si llamarte hermano— recalcó serio.

— Pues para mí siempre lo serás — le aseguro.

— Dime, ¿Qué es lo que sucede para que vinieras a mi palacio Moisés? — lo cuestionó con autoridad.

— Sabes bien el motivó de mi visita Ramsés — dijo al recordarle los últimos hechos.

— por acaso no te cansas de ser tan repetitivo — refunfuño el rey.

— y tú acaso no te cansas de retar el poder supremo de mi Dios — dijo firme.

— ¡El único poder supremo en egipto es el mío Moisés! — exclamó sin estar de acuerdo con las palabras del hebreo.

— Eres tan necio que no te das cuenta que solo estás trayendo sufrimiento a tu pueblo — le reprochó.

— ¡Cómo osas hablarle así a tu rey! — alzo su voz con coraje.

Un Amor Prohibido Where stories live. Discover now