Capítulo 25

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¿En serio cree que él hizo algo malo? Vaya, ¿cómo algo así

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¿En serio cree que él hizo algo malo? Vaya, ¿cómo algo así... podría lastimarme? ¡Es todo tan hermoso! La luz de la vela tan tenue, la brisa acariciando mi cabello...

Owen camina hacia el bote, y de allí saca un abrigo. A pesar de que no se enferma jamás seguro es molesto estar helándose, incluso para un ángel. Yo todavía llevo puesto el saco que Owen me prestó, ya que el mío no sirve de mucho. Repito, que suerte que Owen me hizo cambiar de ropa, aunque tendría que haber buscado algo más cálido en mi armario. Su campera tiene el típico aroma suyo: árboles, libertad y un toque de una exquisita colonia masculina. Inhalo un poco de esa maravillosa fragancia y mis piernas, mi cuerpo, todo en mí tirita.

Solo Owen causa ese efecto en mí. ¡Y oye! Se trata solamente de su abrigo.

Me toma de la mano y caminamos hasta el muelle. Mi estómago está lleno de mariposas, y es como si estuviese viviendo todo como uno se siente cuando ve una película, como si estuviera en tercera persona. ¿Alguna vez pensaste que algo era tan irreal, que podía llegar a ser un producto de la imaginación? Bueno, nada de lo que está pasando es real para mí. Quiero decir: es real. Pero imposible de una manera posible, ¿me explico? En cada segundo que corre velozmente, me mantengo alerta. Temo despertarme de un buen y único sueño, descubriendo que todo fue un juego de la mente y deseos improbables de una adolescente.

Al llegar hasta la mesa, corre la silla de forma educada para que me siente. Un rubor toca mis mejillas ya sonrosadas por el frío. Al sentarse en frente mío, su mirada me contempla suavemente con anhelo. La sonrisa de Owen se extiende y, a la luz de las velas, luce increíblemente fuera de éste mundo, y tierno. Realmente tierno. Y se ruboriza él.

«Un momento».

¿Owen ruborizado? ¿Qué sigue? ¿Cerdos que vuelan?

Luego, para cortar el momento que ya se empezaba a convertir en algo demasiado carmesí, por el rubor... digo, Owen se aclara la garganta y comienza a hablar.

—Creí que aquí te gustaría. Pero... no pensé en el frío, ¿te encuentras bien? ¿Quieres que pida entrar al restaurante?

La luna se filtra por los oscuros cabellos de Owen, haciendo que se unan a la noche estrellada. Debo decir que al lado de las velas, con ese mínimo calor que irradian, se está bien. Además, no quiero entrar al restaurante y ver a ¿Judie? Como sea. Frío no tengo ya. No mucho. Casi ni lo siento a decir verdad. El viento sopla pero con menos intensidad, convirtiendo el ambiente en uno más cálido y armonioso.

—Estoy bien, ya casi no hay viento soplando.

Puedo ver las largas pestañas de sus ojos azules. Su boca curvada, incitándome. Ay. ¿Estará realmente cumpliendo su promesa de «no leer mente de Emma por hoy»?

No me fiaría demasiado en ello, pero por ahora, parece cumplirla.

—¿Cuál es tu mayor sueño? —Pregunta de repente.

Corazón de cristal [LIBRO 1]Where stories live. Discover now