Capítulo 29

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Con Celina decidimos saltarnos las próximas horas de clase y quedarnos en la sala de docentes, que, en este momento, se encuentra vacía, ya que yo no podía volver al aula con todos los ojos llorosos y rojos

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Con Celina decidimos saltarnos las próximas horas de clase y quedarnos en la sala de docentes, que, en este momento, se encuentra vacía, ya que yo no podía volver al aula con todos los ojos llorosos y rojos.

Maravillosamente, nos dejaron la mañana libre.

Los directivos del instituto, tomaron el hecho de burla de Carla como una falta grave por ser una situación consecutiva, la multaron con unos días de inasistencia, una amonestación, un llamado a sus padres y bajar puntos de su concepto. La directora seguro piensa que con eso frenará, pero yo sé que cuando vuelva, en cambio, será una tortura mucho, mucho peor. Aunque igualmente no tan horrible como el conflicto que se desata más allá de la humanidad. En el que ahora yo me veo metida.

Recordar aquello hace que unas lágrimas comiencen a soltarse. Celina no entendió lo que yo quería contarle, a pesar de que realmente estuviese prohibido. Ella piensa que soy una llorica, una niña que llora porque su novio se marchó lejos de ella. Que le llamé «ángel» como sinónimo de dulce, o bueno, no porque realmente él lo sea. Y aunque tan errada no está, porque sí le estraño, lo cierto es que lloro porque alguien, probablemente no humano, me quiere matar; algo razonable el llorar por eso sabiendo que no hay escapatoria si estoy sola, supongo... Pero descabellado para el que lo ve desde afuera.

De seguro que si le cuento a alguien sobre esto, inclusive a mis padres, me tomarán de loca y me encerrarán en un manicomio; y eso no es exactamente lo que alguien quiere, menos cuando dice una verdad... aunque sea un tanto extraña.

―En verdad, Emms, estás... ¿en otro mundo?

«De hecho, sí». ―Ya se me pasará.

―Y tú decías que yo soy muy apegada a mi novio, ¡vamos, Emma! Me ganas y con creces.

Me palmea por detrás de la espalda en símbolo de broma, pero yo no le sigo el juego; en su lugar medio sonrío y pienso.

Pienso en Owen, en qué le estarán diciendo esos ángeles, pienso en quién me quiere hallar...

Seamos lógicos, pudieron ponerme una nota, eso significa que habrían podido raptarme fácilmente. ¿Quién es tan tonto para querer herirme, tener la posibilidad de llegar hacia mí, pero solamente poner una estúpida nota? Salvo que no me quiera herir, pero en ese caso, ¿qué quiere de mí? ¿El de ojos verdes tendrá que ver?

Ese rostro... he visto ese rostro.

Sacudo mi cabeza. «¡Basta!», me digo.

¿Es necesario? Me doy cuenta de que Celina tiene los ojos puestos en mí, estudiándome. Yo aclaro mi garganta y me pongo recta. ―Así que... hoy salimos con las chicas. ¿Qué película quieres ver? ―digo.

―¿Segura que quieres salir? Podríamos...

―¡Oh! Segura. Sí quiero salir, despejar ideas... ya sabes.

Corazón de cristal [LIBRO 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora