Capítulo 6

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Casi dos semanas han pasado desde el primer día de clases

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Casi dos semanas han pasado desde el primer día de clases.

Hoy, sábado, me encuentro completamente nerviosa. Me espera un largo (y agotador) día. Voy a estar en el club hasta las 15:00 horas, supongo que nadaré un poco y correré también, ya que serán mis últimos días como socia del lugar. Volveré a casa para bañarme y, a las 18:00, con las chicas, nos reuniremos en la casa de Belén para prepararnos para ir a bailar a Verano. Eso último me tiene fuera de mis casillas: no sé cómo será y tampoco es de mi estilo el ir a bailar a una discoteca, aunque tampoco me he dado la posibilidad de intentarlo. Un colegio está juntando dinero para hacer la fiesta de egresados en el lugar y gracias a un boleto que nos dieron, podemos entrar con 16 años.

Durante la semana previa a la salida, Gala habla todo el tiempo del chico ideal que encontrará en pleno baile (como le pasó a su mamá), Celina está algo preocupada, porque teme que no la dejen ir y Belén repite todo el tiempo la frase «¡ya quiero que sea el momento!».

Me siento un poco mal, porque soy la única que no tiene ganas de ir.

Tal vez sea el miedo. Es parte del mundo al que nunca crucé.

Tengo una prima que me dice que soy una aburrida. Es muy distinta a mí, a ella le gustan las fiestas, besarse con cualquiera y el alcohol; sale siempre que puede, incluso si no es fin de semana. Nuestra abuela nos dice que somos como el agua y el aceite; supongo que tiene razón a pesar de que pocas veces la he visto. Ella vive en España, como la mayor parte de mi familia. Solo un par de ocasiones pudieron venir a la Argentina a visitarnos, pero no siempre eso es posible. Estos días no he hablado con ellos ni he podido escribirles nada. El colegio me mantiene bastante ocupada; las materias que tengo este año son algo pesadas, sobre todo Matemática y Economía Política. Tengo solo dos días sin contraturno, y nos mandan bastante tarea de investigación y comprensión lectora.

Owen tampoco sale de mi cabeza, aunque luego de ese extraño episodio en la parada del bus, a duras penas pude intercambiar diálogo con él. De hecho, durante cuatro días seguidos faltó al colegio. Cuando la preceptora le preguntó los motivos, respondió que estaba enfermo. Supongo que eso puede pasarle a cualquiera. No lo he encontrado otra vez fuera del instituto; es como si desapareciera al tocar la campana.

Él es un misterio.

Es temprano aún, son las diez de la mañana. Mi madre está despierta tomando mate mientras organiza unos documentos del trabajo; papá, por su parte, sigue dormido, aprovechando el fin de semana.

—Buenos días, Emma —dice Eliana, mi madre, al verme—. ¿Qué haces despierta a esta hora?

—Quería ir al club —le respondo sin más.

—Ah, está bien. ¿Comerás allá? ¿Te sientes bien? —cuestiona, levantando la mirada del montón de papeles para observarme. Sus ojos parecen inspeccionar señales de debilidad o dolencia, todavía preocupados por lo que sucedió en el verano, a pesar de todas las veces que le repetí que ya estoy bien.

Corazón de cristal [LIBRO 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora