Capítulo 5

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—¿Necesitas mirar? —preguntó, entregándome la carta

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—¿Necesitas mirar? —preguntó, entregándome la carta. Había guardado una, anticipando mi llegada.

Antes de recibirla, eché un vistazo a través del vidrio, Hímero y Salvatore seguían conversando animadamente, sin siquiera extrañar mi presencia.

—Te concedo el honor —contesté.

Perséfone llamó a la camarera con la mano. Tenía algo difícil de explicar, que hacía que todos sus movimientos y gestos se vieran gráciles y sensuales, como era de esperar de una señora del inframundo.

Una chica rubia se acercó rápidamente a tomarle el pedido.

—Jane —dijo la diosa, leyendo el nombre que la camarera traía pegado a su ropa. —Tráele un Banana Split, con mucho helado a este muchacho, todavía tiene la mente de un niño.

—¿Y para usted? —inquirió la joven.

Persefone echó una mirada rápida al menú.

—Si tu última comida fuera alguno de estos, ¿cuál escogerías? —preguntó.

La muchacha elevó las cejas, sorprendida, de seguro esta experiencia iba a ir directo a la lista de anécdotas más extrañas del trabajo.

—Probablemente querría un waffle calentito con helado de vainilla y una taza de chocolate caliente, muy dulce —contestó.

—Pues dame eso —ordenó.

La camarera se retiró rápidamente, mientras yo le dirigía una mirada inquisitiva a Perséfone.

—Esa chica espera morir en una cama calentita, sin dolor, rodeada de un montón de idiotas que digan quererla —comentó la diosa.

—¿Y eso cómo lo sabes?

—Su última comida parece sacada de un programa para niños.

—¿Y qué pedirías tú?

—Algo más exótico, probablemente. Una copa de vino y bombones de chocolate rellenos con cicuta. —Hizo una pausa—. ¿Y tú?

—Iría a uno de esos negocios de tenedor libre —confesé, luego de pensarlo un rato.

—Un hombre al que no le gusta escoger —señaló.

—Suena como una acusación —comenté.

—No creo que esa filosofía te sirva para lo que está por venir.

Ambos guardamos silencio mientras la camarera colocaba en nuestra mesa los platos rebosantes de helado.

—Creo que ya tenemos suficientes videntes en el panteón —dije, recogiendo mi cuchara para comenzar a saborear la comida. Todavía no perdía la paciencia, podía seguirle el juego un par de meses más, probablemente incluso años, pero ella sabía muy bien de qué hilos tirar para hacerlo más angustiante.

Cupido por siempre [#3]Where stories live. Discover now