Capítulo 14

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¿En qué momento me había vuelto buena negociando con los dioses? No lo sabía, aunque quizás Demeter solo había decidido ser generosa, demasiado desesperada para negar cualquier petición que hiciera o convencida que su objetivo valía todos mis capr...

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¿En qué momento me había vuelto buena negociando con los dioses? No lo sabía, aunque quizás Demeter solo había decidido ser generosa, demasiado desesperada para negar cualquier petición que hiciera o convencida que su objetivo valía todos mis caprichos. Difícil de decir.

En cualquier caso, su condescendencia me había abierto una ventana que no podía desaprovechar.

Pero antes, tenía una consulta con la psicóloga.

—Me siento bien —declaré—. Y es extraño, porque por mucho tiempo me sentí como basura, y poco a poco, ya no... O no tan a menudo...

La imagen de un auto con los vidrios rotos se cruzó en mi mente.

—¡Eso es excelente! —exclamó la psicóloga, lo cual más que una afirmación, era una invitación a continuar.

La visión continuó haciéndose cada vez más clara en mi mente. Una persona cubierta de sangre en el interior del coche, un rostro que ya conocía, una vida indirectamente vinculada con la mía. Mi compañero de alcohólicos anónimos y hermano de Betsy, la colega de Syb en el café.

Hambre, el canino del inframundo, desatando toda su furia.

La pata de Wessen totalmente destrozada.

—Aún así... Me cuesta soltarlo —expliqué—. Es como que estuve tanto tiempo sintiéndome mal, estando hundida, que me cuesta imaginarme que llegue un día en que ya no más... ¿Qué va a pasar cuando ya no tenga que ir a la farmacia por los antidepresivos? ¿O recordar asistir a mi consulta? ¿Cómo seré? —Hice una pausa, intentando darle un sentido a lo que me pasaba—. Quizás me estoy aferrando a mi propia tristeza como si fuera parte de mi identidad.

La gente gritando, el pánico desatado.

Era un desastre en el cual me había tocado estar del lado de quienes limpian, pero, ¿qué tan fácil estar del lado de los que lastimaban? De aquellos que perdían la conciencia, que nublaban sus sentidos, que ponían su vida en riesgo y arrastraban a otros con ellos.

Inconscientes, impetuosos, desvanecidos...

Mi padre había tenido más de un momento así.

¿Y yo?

—¿Cómo va a ser posible que Lizzie sea solo tristeza? —preguntó—. Una mujer con tanta fuerza e inteligencia, de seguro es mucho más que eso, ¿no crees?

Asentí levemente, sabiendo que ella tenía razón, pero aún así, demasiado desconfiada como para darle una respuesta categórica.

En realidad, permitirme estos minutos a la semana para reflexionar e intentar entenderme, había sido una buena idea. Aunque la solución no llegara mágicamente a mi cabeza, darme el tiempo para ordenar mis ideas y conversarlo, me permitía nuevas perspectivas.

Puntualmente el asunto esta vez era un poco más complejo, porque intentar definirme siempre era un ejercicio que solía empujarme más a mirar mis defectos que mis virtudes. Así que, ahora que estaba en un período de transición, preguntarme quién era, qué me caracterizaba, además de ser preguntas aparentemente imposibles de responder, me llevaban a otros conflictos: quién pude haber sido o quién podría llegar a ser. Y ahí era donde finalmente me rendía.

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⏰ Última actualización: Nov 30, 2021 ⏰

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