Capítulo 11

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AVISO IMPORTANTE:  A partir de este capítulo volvemos a encontrarnos con nuestra querida Lizzie.  En general, la historia transcurre un poco antes de que termine el Deseo de Afrodita (por el capítulo 70 app), así que hice un pequeño resumen de todo lo que había sucedido, para que quedemos más o menos al día.  Sin embargo, si hay algo que no entienden, pueden pasarse por esa historia para entender mejor qué pasó con Adrian.  

Por lo tanto, el disclamer sería: Advertencia, spoilers del Deseo de Afrodita (si es que no han leído la historia).


LIZZIE


Subí la cremallera de mi vestido, y por culpa de un tirón, me quedé con el cierre en la mano.

—¡Arg! ¡Dios! —exclamé—. ¿Por qué?

—¿A cuál de todos le estas preguntando? —dijo Fran, delineando sus ojos con mucho cuidado.

Jane se graduaba esa tarde, así que me había comprado un lindo vestido azul índigo para verme elegante y refinada durante la ceremonia. Sin embargo, mis planes acababan de arruinarse, luego de arrancarle el carrito del cierre.

Bufé. Ni siquiera mis planes más mundanos funcionaban sin contratiempos.

—No he escuchado que exista una diosa de la moda, o algo que se le parezca —repuse.

Aunque la experiencia me decía que hacer un trato por un cierre probablemente me llevaría a tener que curarle el insomnio a Morfeo o algo por el estilo.

—No, pero tenemos a Medusa —sonrió Fran, procediendo a invocarla.

La Gorgona no tardó en mostrarse ante nosotras, luciendo su característica cabellera llena de serpientes, que lejos de parecer amenazantes, movían sus cabezas como si quisieran saludarnos.

—¡Qué guapas se ven! —exclamó, nada más llegar.

—¿Me ayudas? —Pedí, señalando el carrito en mi mano.

Ella asintió, feliz de ser útil.

—Déjamelo a mí—. Un movimiento de su mano sobre el vestido bastó para que éste cerrara, ajustándose perfectamente a mi cuerpo—. ¡Ahora sí! ¡Te ves preciosa!

Medusa era un encanto, y acababa de convertirse en mi nueva Hada Madrina, pese a lo injusto que había sido la historia con ella.

—¡Gracias! ¡Me has salvado! —admití.

—¿Dónde vas? —inquirió, curiosa.

Nuevamente, un montón dudas me asaltaron, como venían haciéndolo desde hace un tiempo. La incertidumbre oscureció mi rostro y ella lo notó.

—Todavía puedes arrepentirte y esconderte en casa de Adrián —advirtió mi amiga.

—¿Tu casa no está disponible?

—Sabes que sí, pero de seguro que en la de Adrián quedarás más cómoda —aseguró.

No podía contradecir su lógica. La casa de Adrián era el único lugar donde podía quejarme de los dioses griegos sin temor a que las paredes me tacharan de loca, lo cual por cierto, me había ayudado mucho a mantener la cordura.

Sin embargo, desde que celebramos su cumpleaños, su ánimo no había sido el mismo. Es decir, claramente él nunca había sido muy hablador y se caracterizaba por su amargo humor, aún así, lentamente había conseguido abrirse a los demás, generando lazos con cada vez más personas, e incluso, permitiéndose tener esperanza.

Cupido por siempre [#3]Where stories live. Discover now