Miedo. A tu rechazo. A tu desaparición. ¿Tirar por la borda todo lo vivido? No, de verdad: no. No quererse a uno mismo complica mucho permitir que los demás lo hagan. Lo mismo me ocurre con el verbo "entender". Con el verbo "respetar". Con todo lo que ello representa: ser inaccesible, ser un escudo infranqueable, ser un libro en blanco ilegible. ¿Soy demasiado complicado? Sí, de verdad: sí. Y lo peor viene cuando ni siquiera me doy cuenta de ello. De mis errores. De lo difícil que resulta estar a mi lado. De lo imposible que llega a ser que quieras quedarte. ¿Para qué? Sufres, lloras, y sufres de nuevo. Entremedio también te enfadas, y sientes rabia, odio e ira hacia mí. No me lo admitirás, pero tu mente sí lo hará. Sé lo que piensas. Y creo que sé lo que sientes. Estás conmigo... ¿Porqué? Eso es lo único que no comprendo. La única cuestión para la que no hallo respuesta. ¿Qué ganas? ¿Qué obtienes? No sé ayudarte, no me sé dejar ayudar. No sé quererte, ¿me sé dejar querer? Puede que tampoco. Observo que en este texto hay muchas preguntas que no sé responder. A lo mejor eso es lo que te hace alejarte, el miedo a no saber las respuestas. O el miedo a saberlas y no atreverte a exponerlas. No te hago feliz, ¿algún día podré? Me siento como en un pozo tapiado cuyas aguas no cesan en crecer dentro de mí. Me ahogo en mi propia desesperación de no saber hacer lo correcto. De no saber interpretar bien tus gestos. De sentir que cuanto más te intento abrazar más te aprieto. No entiendo como, aún así, tengo la poca vergüenza de quererte. De seguir intentando estar ahí para ti, ser lo suficientemente bueno. A veces pienso que debo intentar convencerte de lo que siento y de lo que sientes, aunque eso ya esté perfectamente claro. Supongo que desconfío demasiado de que se pueda confiar en mí. ¿Que qué siento hacia ti? Siento que te quiero, y siento miedo. Mucho de cada.
