-El árbol y el pájaro-(*BONUS*)

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Había una vez, un árbol firmemente al suelo atado. No se podía mover. Veía pasar la vida por delante de él y no se podía girar a ver qué ocurría detrás. Pero era feliz, porque estaba allí. No había nada a su alrededor, pero sobre él siempre se posaba el mismo pájaro. 

No entendía porqué, pero siempre, cada mañana al alba, allí estaba. Caía grácilmente sobre la misma rama, hiciera viento o incluso si nevaba. Durante años siguió todo así, como un ciclo natural ininterrumpido. Pero de pronto, tras otra noche mirando al eterno horizonte, dicho árbol se propuso entablar conversación. Y así ocurrió, la mañana siguiente:

- Buenos días. - saludó. El pájaro se quedó ahí, sin inmutarse, en la rama que ya llevaba su nombre. "Quizá sea tímido", pensó el árbol. No le dio mayor importancia. 

Al día siguiente, exactamente lo mismo. La misma incesante rutina. Le saludó con la misma respuesta: ninguna. No se enfadó, ¿para qué? Y así durante muchos, muchos meses. Hasta que al final, por fin se rompió el silencio.

- ¿Porqué cada mañana me das los buenos días, en vez de hacerlo desde el primero de todos?- le inquirió el pájaro.

- Como ves, no hay nada a nuestro alrededor. Sólo un extenso campo, frío en verano, y en invierno es una fuente de calor. Aquí no hay nada, sólo una llanura plana. Excepto tú. Excepto yo. Viniste, y con el silencio te quedabas. Al ver los primeros rayos del sol cada mañana, me entraba el miedo de que ese día no vinieras. Pensé que, manteniéndome callado, no iba a cambiar nada.

- ¿Y porqué rompiste el silencio, pues?

- Porque entendí que no podía ponerte una jaula que ni tú mismo habías construido. Que no debía dejar que mis miedos te encarcelaran sin tú saberlo.

- ¿Y si me voy ahora? ¿Y si mañana no vuelvo?

- Entonces sólo harás que sepa que siempre estuve en lo cierto. Y sé que no habrán más pájaros como tú, que vengan cada mañana, que sean de aquellos cuya fidelidad nunca falla. Pero eres libre, tú tienes alas, tú puedes irte siempre que quieras. Soy yo el que está atado, el que no puede dar ni un sólo paso. El que el máximo movimiento que tiene es el de las hojas al viento y además, es involuntario. 

- Entonces, ¿qué pasa si te prometo quedarme?

- Pasa que entenderé, como antes de que vinieras, lo que es la soledad. Pues en silencio estuviste y te quedaste, pero con las palabras sé que te largarás.

- ¿Quieres que me calle, que no hable?

- No quiero nada, ya está todo dicho, sé que tarde o temprano no podré decirte "hasta mañana" porque llegará mañana, pero no tú.

Y así, es como sacó valor para expresar sus miedos. Efectivamente, tenía razón: el pájaro no volvió, emprendió para siempre el vuelo. Encontró un árbol mejor, no era difícil, pues nadie quería un árbol que no tenía nada a su alrededor. Y ahí se quedó, una eternidad más anclado al suelo, sabiendo que nada era para siempre. Sabiendo que... Iba a estar solo, independientemente de lo que hiciera o dejase de hacer. Ni siquiera el silencio le salvó esta vez, fueron las palabras las que terminaron con lo poco que quedaba de su ser.

Libro de poemas.Where stories live. Discover now