Mis uñas se clavan en la palma de mis manos.
Los puños y dientes con fuerza apretados.
La ira rodea cada célula de mi cuerpo.
La rabia está por decidir acabar saliendo.
Se ha muerto aquello que me hacía no ser un extraño.
Ha desaparecido aquello que me sostenía en lo alto.
No hay las sonrisas despreocupadas de hace años.
He aprendido que el ser humano es el más capaz de hacerse daño.
Intenté dar mil pasos, y novecientos fueron en falso.
Caí tantísimas veces que me he acostumbrado.
Los pensamientos sin rumbo contribuyen a lo que estoy escribiendo.
El alma jovial y alegre que habitaba en mí, se acabó perdiendo.
