-La luz- (*BONUS*)

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Sentado en la oscuridad que me brindaba la espesa sombra de mi habitación, con las piernas entre mis brazos y el frío suelo ofreciéndose como regazo, comencé a tener conmigo mismo una conversación. De lo que estaba bien, de lo que no. De lo que he llegado a hacer, de lo que jamás haré. De cómo me llegué a perder hasta el punto de no encontrar siquiera mis manos ante mis ojos. 

Y pienso. Joder si pienso. Y le doy una serie de vueltas, cual noria en una bizarra mezcla con un tiovivo... Cada vez más alto: más lejos de la seguridad. Cada vez más rápido: más lejos de la calma, y más cerca de la tempestad.

Perdiéndome en un mar de palabras, pero encuentro desierto al no saber como plasmarlas. Y de pronto, una luz. Leve, tintineando frente a mis pupilas. La intento alcanzar con mis manos; no puedo, había olvidado qué se sentía al intentar obtener algo. Mis fuerzas no están donde deberían estar, los músculos no reaccionan para mi inmenso pesar. "Vamos, inténtalo una vez más" me atreví a pronunciar... Pero sí, efectivamente, me decidí ignorar. 

La luz me observaba. O quizá no. O es posible que ni siquiera existiera, que sea producto de mi maltrecha imaginación. Quién sabe, a lo mejor tampoco estaba en mi habitación. No hay que descartar la opción de que no estuviera en ningún lugar más allá de un rincón.

Una voz se me acerca al oído, creo que viene de dicha fuente luminiscente, y me susurra:

— ¿Te das cuenta? no eres suficiente y nunca lo has sido.

— ¿Y si me han hecho creer que lo era?— le respondo.

Con crueldad y el ceño fruncido me contesta; es así como expresa su respuesta:

— Entonces es que no sabes ver en sus ojos que te han mentido.

— ¿Y esta luz? ¿Y esta oscuridad?— inquiero.

— ¿Y estas preguntas sin respuesta, a dónde quieres llegar? Querido viajero, estate quieto, no muevas ni un sólo dedo. No hay habitación. No hay rincón. Sólo alambre de espino, y si te mueves... bueno, simplemente "adiós", y se acabará la función.

— Pero... ¿Qué hago? No puedo moverme según dices.

— No digo que no puedas, ¡que el señor me libre!— dijo en un tono más audible. — No, chico. Lo que digo es que no lo hagas, independientemente de si eres capaz de ello o no. Pero te he observado, eres un matojo de nervios, sé que me desobedecerás y que tendré que darme contra la pared por ello.

Que curioso resultaba hablar con uno mismo.

— Así pues... ¿Actúo sin actuar?

— Veo que entiendes el doble sentido. Sí. Debes actuar, pero sin saber que estás actuando. Interpreta tu vida como un papel bien estudiado. Y vive.

— Quizá olvide el guión, y es así como he llegado a olvidarme de mí. Es como he perdido mi "yo".

— ¡Que no! — bufó. — Que eres más que eso. Eres más que un error, maldita sea. Si quieres una vida mejor, haz algo, sueña ahí fuera.

Estoy perdiendo la paciencia. Hasta el punto de querer darle un buen... Bueno, pensándolo mejor, no creo que me apetezca recibir un puñetazo. Pero es que se lo gana, parece que es lo que está buscando.

— ¿Y qué hago? Sí, sigo preguntando porque tú me esquivas. Necesito saberlo. Ayúdame a saberlo, te lo ruego.

— Hoy no hay más gotas de lluvia.

— ¿Qu...Qué?- ahora sí que no entiendo nada. — ¿A qué te refieres?

— Es muy bonito, el azul. Sí. Me gusta el color azul.

— ¿De qué estás hablando tú? ¡NO ME IGNORES! — grité. Me levanté con toda la rapidez que pude y corrí hacia esa luz para estrangularla de algún modo, para hacerle sufrir, para que terminase con sus estupideces, para... para... "para", me dije.

Estaba fuera, había salido de vete-tú-a-saber-dónde y no comprendía como.

— Esto, es precisamente esto lo que necesitaba de ti. Que sintieras algo, rabia o amor, algo suficientemente fuerte para esforzarte por salir.— me dijo la ya conocida voz.

— Te iba a hacer daño.

— Te lo ibas a hacer a ti si seguías encerrado. A veces es necesario dar un puñetazo a la pared para romperla y poder salir... Es más recomendable que intentar pedir que nos saquen de allí.

— Entonces... ¿Soy libre?

— Define libertad.— me dijo.

— Pues... — no me esperaba esto, improvisé. — trata de... cuando... Bueno, de ser libre... De... no estar atado a nada que nos impida caminar. 

Esta última frase la terminé con convicción, en mi mente sonaba de maravilla.

— No, estúpido yo. La libertad se alcanza cuando no eres consciente de que estás encerrado: en ese momento, no te auto-impones ninguna barrera, porque no sientes que haya la posibilidad de ellas. ¿Entiendes, cabestro deslomado?

— Entiendo... Entiendo. Gracias en todo caso.

— No me des las gracias. Eso es otro tipo de prisión, la de sentir que hay algo que agradecer. Simplemente no vuelvas a mirar a tu oscura habitación, y si lo haces sonríe. No le temas. No te asustes. No muerde. No hiere. — y mientras se desvanecía, añadió. — Lo peor que puedes encontrar en un lugar oscuro, eres tú mismo sentado sin hacer nada.

Libro de poemas.Where stories live. Discover now