Capítulo 1

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Miré la pantalla del televisor por quinta vez antes de dirigir mi atención al teléfono móvil mientras movía mi pie de manera frenética y de forma inconsciente. El sonido de los disparos se colaba en mis oídos, haciéndome arrugar el ceño. Empezaba a odiar ese ruido infernal.

Intenté contener un bostezo mordiendo mi mejilla interna y observé la hora por no sé qué vez iba ya. Estaba de las partiditas del Call of Duty hasta los ovarios. Sin duda, mi visión de cita romántica no era esta, pero en la de mi pareja parecía que era una de cinco estrellas.

—¡Venga, idiota! ¡Muéveteeee!

Chasqueé la lengua al escucharlo. Cada vez me enfadaba más que nuestro tiempo se estuviera desperdiciando debido a un maldito videojuego. ¿Dónde había quedado la magia? ¿Y el romanticismo? Había pasado tanto rato con el culo pegado a su sofá que me había quedado sin historias que curiosear en Instagram.

—¡No me jodas! Joderrrrrrrrr. Nooooooo.

Cuando le vi tirar el mando al suelo de un golpe y dar un puñetazo al sofá di un brinco. Si algo me gustaba menos que malgastara los minutos de esa manera era que se pusiera agresivo por morir en una partida. Cuando eso sucedía no me hablaba ni me dirigía la palabra. Como si tuviera cinco años. Fran se ponía insoportable cuando eso sucedía o cuando el Real Madrid perdía frente al equipo rival.

Miré los dedos de mi mano derecha para intentar mantener mi paciencia intacta. Apenas podíamos vernos porque yo tenía que trabajar y estudiar a la vez, y él usaba nuestro tiempo libre de esa manera. Estaba harta. Apenas habíamos conversado desde que había llegado más de cinco minutos. Parecía absorbido por la pantalla.

—Se acabó, Fran. Me voy.

—Pues vale.

La mirada glaciar que le eché no le debió de pasar desapercibida, pero la ignoró por completo. Me levanté del sofá a toda velocidad y me puse el abrigo, además del bolso que siempre colgaba de mi cuello. Repasé por dentro si lo llevaba todo y avancé a grandes zancadas hasta la puerta principal. Ni siquiera me digné en decir nada más. No se lo merecía. Cerré la puerta y salí del edificio para dirigirme hasta el metro. Tenía un largo camino por delante y muchas cosas qué hacer.

Estúpido Fran.

Cuando llegué a casa suspiré

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Cuando llegué a casa suspiré. Agudicé el oído para intentar averiguar si Martina estaba en la habitación con algún chico, pero no escuchaba nada. Agradecida, decidí encerrarme en mi cuarto.

Cerré la puerta con cuidado y bajé la cremallera de mi abrigo reversible color blanco, mi favorito. Mi edificio tenía calefacción central, así que nada más pisar la entrada noté que me sobraban capas de ropa. Me quité mi protección frente al frío de la calle y el gorro. Incluso sentía que la bufanda estaba asfixiando mi cuello.

Ya en la habitación, decidí ponerme el pijama. No pensaba salir otra vez, así que lo mejor sería estar cómoda. Mientras me quitaba el jersey, mi móvil vibró sobre el colchón. Gruñí al imaginar que sería Fran para disculparse por haberse portado como un completo cromañón, pero estaba cansada de que se repitiera esa línea. Yo decidía aprovechar mi rato libre para quedar con él y rechazar el plan de mis amigas mientras él optaba por encerrarse en casa y jugar a la consola o ver películas. Siempre igual. Ni siquiera recordaba cuándo nuestra relación se había tornado así.

Sentí las mejillas encendidas. No sabía si por el cabreo máximo o por el calor que había almacenado en la casa. No quería desperdiciar el gasto de la comunidad, pero corría el riesgo de que mi habitación se convirtiera en una sauna. Estaba demasiado alta.

Abrí la ventana para dejar pasar el aire. Con suerte, en unos minutos mi temperatura se estabilizaría. No me parecía nada sano pasar del frío al calor de golpe, así aparecían las gripes y los resfriados.

Para hacer tiempo, decidí apoyarme en el alféizar y mirar al otro lado. En la calle donde vivía los edificios estaban bastante cerca, así que era muy fácil ver lo que podía hacer el vecino si decidía mover la cortina. Me sorprendió ver que justo en la habitación que había frente a la mía había luz, pues sabía que llevaba unos meses con los carteles de "se alquila" junto al número de teléfono de la agencia inmobiliaria.

Me flexioné un poco más para observar la habitación. Tenía una cama sencilla, pero más ancha que la mía, con un cobertor azul y una mesita de madera al lado. Era sobria, sin cuadros o pósteres que me indicaran el gusto del propietario. O propietaria. Al menos esperaba que no fuera alguien escandaloso, pues los anteriores vecinos tenían la costumbre de poner canciones de reggaetón a todo volumen. Muchas veces hasta les visitaba la policía.

La melodía de mi móvil captó mi atención y me giré para coger la llamada. Fruncí el ceño al leer el nombre en la pantalla y resoplé. El frío del exterior acariciaba la tela de mi camiseta interior, en especial aquella que cubría mi espalda.

—¿Qué quieres?

—Va, nena, no te pongas así.

Apreté el móvil al escucharlo, que le restara importancia me ponía mucho peor.

—¿Que no me ponga cómo? ¿Sabes la de veces que he rechazado ya a las chicas por quedar contigo? ¿Y para qué? ¡Si solo sabes jugar a videojuegos! No sales de la maldita casa.

—Es que era una partida importante. Tenía que...

—¡Me da igual lo que tuvieras que hacer! Era nuestro tiempo libre, joder. Luego me echas en cara que nunca estamos juntos.

—Es que no lo estamos, ¿sabes la de veces que no ves a Pedro y a Miguel? Siempre me dicen que parece que estoy soltero. Igual hasta sería mejor estarlo.

—¡Tengo que trabajar y que estudiar, Fran! No me da el tiempo para más.

Miré la pared estupefacta. No entendía cómo era capaz de darle la vuelta a las cosas y ponerme entre la espada y la pared. Sabía perfectamente que odiaba que me dijera eso. Que pusiera nuestra relación en la cuerda floja.

—Así que no tienes tiempo para tu novio, ¿no? No soy importante para ti.

—Claro que...

—Bien, es bueno saberlo. Ya hablamos mañana. Adiós.

Miré la pantalla del móvil sin creerme lo que acababa de hacerme. ¿Me había dicho eso y me había colgado? ¿De verdad había tenido los huevos de usar la frase en su beneficio? Aguanté las ganas que tenía de lanzar el móvil contra la pared porque no tenía la culpa y además no me sobraba el dinero. Bastante tenía ya con pagar mi parte del alquiler y las facturas.

Con la conversación aun en mente y el frío ya molestándome, me giré para cerrar la ventana. Entonces me di de bruces con una cabellera oscura y despeinada junto a unos ojos color café que me analizaban en la habitación de enfrente. 

Os presento a Hugo, el chico que Carlota se encuentra en la ventana de enfrente ;) ¿Os gustaría tenerlo como vecino?

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Os presento a Hugo, el chico que Carlota se encuentra en la ventana de enfrente ;) ¿Os gustaría tenerlo como vecino?

¿Y qué os ha parecido este primer capítulo? Aun quedan varios personajes por conocer, así que vamos poco a poco ^^ La verdad es que echaba de menos actualizar. Estoy escribiendo esta historia con calma, disfrutándola, como espero que la disfrutéis vosotros también.

¡Nos vemos el sábado que viene!

Besos <3

Bésame en el cuelloWhere stories live. Discover now