Capítulo 8

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La vuelta a Madrid fue dura. Había conseguido desconectar durante las vacaciones y ahora la realidad me golpeaba con fuerza. Cada imagen, cada recuerdo, cada diálogo que había mantenido con Fran me dolía.

A veces me había visto tentada de desbloquearlo y hablarle, volver a estar como antes, pero mis amigas se encargaban de quitarme ese pensamiento de inmediato. En especial Beca. Las entendía, sabía que no querían que cayera en un círculo vicioso, y más después de haberle visto siendo infiel. No me merecía a alguien así, tan cobarde y egoísta. Pero eso no le restaba al dolor. A la sensación de ser poca cosa y, por eso, haber tomado la decisión de perderme. Por no ser suficiente.

Suspiré. Durante esos días de desconexión me había podido dedicar en cuerpo y alma a leer, preparar reseñas y estudiar, pero ahora se me juntaba la responsabilidad de volver a la facultad y trabajar en la cafetería. Sin olvidarme de mi vecino... Pisar Madrid me recordaba todas las desgracias que pesaban sobre mis hombros. La vida adulta es una mierda.

Nada más poner un pie en mi maravilloso piso de cuarenta metros cuadrados sentí mi móvil vibrar. Era una notificación del grupo que tenía con las chicas.

Mara: ¿Vamos esta noche de fiesta? Por favoooooooooooooooor, lo necesito.

Gaby: Pfff, pereza.

Beca: Depende de a cuál. Últimamente las discotecas tipo Fabrik o Kapital me cansan. Es imposible fijarte en alguien por la cantidad de personas que hay alrededor.

Gaby: Es que parecemos sardinas en lata, tío. Por eso digo que qué pereza.

Mara: Pero vamos a algún sitio tranquilito. Ya sabéis, un poco de música, bailoteo, alcohol...

Beca: Alcohol con ruptura mala combinación, eh, y mira que soy partidaria de la diversión y pasar la noche, pero Carlota...

Lotta: ¿Qué pasa conmigo? Porque me lo estoy pensando eh, no me viene mal. Aunque acabo de volver de Oviedo y las cinco horas y media de bus me han matado.

No sabía por qué Beca tenía esa preocupación por mí. Vale, sí, la había liado un poco con el tema del alcohol y el vecino, pero no tenía pensado pillar un ciego o acabar haciendo eses por las esquinas. Bebería un poco, bailaría y luego a casa, a dormir la mona. Y bien sabe un español que no hay nada peor que un no hay huevos, o alguna frase parecida, para hacer algo.

Mara: ¿Blackhaus? ¿Thundercat? ¿Urban 69*? ¿El Pirata? Será por opciones.

Beca: Urban me parece la mejor opción. Con suerte pillamos algún sofá y Gaby se queda durmiendo.

Gaby: Veeeenga, vale. Me habéis convencido.

Lotta: ¿A qué hora quedamos? ¿Cenamos por ahí antes?

Gaby: Ahora sí que me habéis convencido. Si hay comida desde luego que no diré que no. Necesito tequeños con URGENCIA.

Mara: Yo quiero nachos con guacamole.

Rodé los ojos al ver que empezaban a discutir a qué restaurante ir y qué pedir. Éramos muy dispares en todo, pero en comida mucho más. Mara amaba la comida mexicana, Gaby todo lo que fuera carne, Beca prefería ir a algún sitio que tuviera opciones veganas y yo era fanática del sushi. Una combinación perfecta.

Gaby: Tenemos que ir algún día a Dans Le Noir.

Mara: ¿Ese no es el sitio en donde comes con los ojos vendados? ¿El que aparece en Valeria?

Gaby: Sííí, ese mismo. Me llama mucho la atención.

Beca: Uf, pero otro día, eh. Yo quiero ir hoy de tranquis, que mi bolsillo no está para hacer descubrimientos culinarios.

Bésame en el cuelloWhere stories live. Discover now