Capítulo 15

411 55 17
                                    

Al día siguiente no tenía ninguna gana de presentarme en el colegio. No solo porque me había puesto roja de la vergüenza de tener entre mis manos mi preciado sujetador —por suerte, protegido en una bolsa—, también porque mi tutora seguramente había atado cabos y sabía que algo había sucedido entre los dos. No quería empezar mis prácticas siendo el epicentro del salseo. Sin olvidarme de que había descubierto que la hermana de Hugo —o hija—, estaba en mi aula, lo que equivalía a tener que verlo a él más veces de las que hubiera esperado y querido.

¿Sería así a partir de ahora? ¿Me lo cruzaría por casa y también en el colegio? ¿Acaso había algún rincón donde Hugo no tuviera sus narices cerca? Y no podía olvidarme de las burlas hacia mi carrera, esas jodidas frases. Pensaba meterle los macarrones por el culo, a ver si así pensaba antes de abrir la boca, y eso equivalía a necesitar una buena venganza, pero ¿cuál?

Fruncí el ceño mientras barajaba las opciones. Por lo pronto, disponía de toda la mañana para pensarlo, pero sabía que estar con los peques iba a mantener mi mente ocupada, y la tarde la tenía llena por el trabajo en la cafetería.

Suspiré. Ya estaba frente a la puerta de la clase y sabía que en menos de diez minutos todos los niños y niñas empezarían a entrar, demandando atención; así que empujé la puerta y caminé hacia el interior, donde me di cuenta de que Elena ya estaba preparada con su bata.

—¡Buenos días! ¿Preparada para el rezo mañanero?

Esbocé una pequeña sonrisa al escuchar su entusiasmo, al menos no había mencionado nada acerca de lo del día anterior, cosa que agradecía. Asentí con la cabeza, prefería una mañana rezando que volver a vivir el encontronazo con Hugo. De verdad. Incluso estaría encantada de enfrentarme a una horda de monjas asesinas con tal de no ver a Lobo sosteniendo una bolsa con mi sujetador otra vez, exponiendo mi nula capacidad para huir sin dejar rastro. Al menos él no parecía molesto por haberlo hecho, no me había recriminado nada, pero eso no me dejaba tranquila. ¿Cómo se actúa en una situación así? ¿Haces como si nada y ya?

—Carlota —dijo Elena, llamando mi atención—. No llevo mucho en el centro, así que tampoco lo conozco tanto, pero sé cómo son los tipos como él y lo mucho que les gusta tener a alguien detrás. No entres. No caigas en su juego si no compartes la manera de jugar, porque puedes acabar mal. Te lo digo por experiencia.

Me mordí el labio inferior, incapaz de moverme. Sus palabras me habían calado hondo, no porque estuviera enamorada de ese chico o algo así, sino porque entendía el punto. Hugo era atrayente como un imán, tenía algo que te hacía querer involucrarte más, quizá esa malicia sin maldad, esa forma de hablar y de gestualizar. Era esa seguridad arrasadora y, sin duda, esa picardía y desparpajo. Bueno, qué cojones, no era eso lo importante, sino que me sacó del aburrimiento y la inseguridad en la que me hallaba. Hugo me había ofrecido un rato de diversión sin letra pequeña, sin tener que dar explicaciones, sin ataduras... me había enseñado más en una noche que Fran en tres años de relación. Y eso era peligroso, porque quería más. No había dejado de pensar en esa noche desde entonces. Y, para qué negarlo, el chico no estaba para nada mal.

—¿Has estado con alguien así? —logré verbalizar—. Yo... que no estoy con él ni mucho menos, eh. Eso quiero dejarlo claro, pero es la primera vez que hago algo así y... es raro, bueno, que no quiero decir con esto que me guste acostarme con chicos por ahí y ya, pero que... joder. Oh, Dios, perdón por... Mierda, no quería nombrar a Dios en vano, joder, ni...

—Carlota —respondió con una sonrisa, negando con la cabeza—, no soy una persona religiosa y no tienes que ser políticamente correcta conmigo. Tengo veintiséis años, unos... ¿cuatro más que tú? No me hagas sentirme mayor, por favor. —Entornó los ojos—. Solo quería advertirte de que, generalmente, los chicos que son así de creídos y chulos tienen tendencia a ser unos críos y no querer comprometerse con nada. La palabra relación les da miedo y a la mínima de cambio se largan. Y tú misma te estás delatando, no eres de las que sabe pasar una noche y luego seguir como si nada, ayer te flaquearon las piernas. Yo terminé hundida hace años por uno así y, te seré sincera, creo que es a día de hoy cuando puedo decir sin miedo que lo estoy olvidando y... tristemente, esas personas tienen la capacidad de hacerte subir a una montaña rusa, aun temiendo a las alturas, y una vez tienes puesto el cinturón de seguridad, se van, dejándote sola en una atracción ya en marcha. Luego te toca recomponerte del vértigo y la ansiedad por tu cuenta, y es jodido. Muy jodido. En fin, me he liado, a donde quería llegar es que, aun temiendo sonar como una persona de ochenta años, a mi edad te das cuenta que lo realmente valioso no es sentir adrenalina y expectación, sino paz. Y ese chico a día de hoy no va a dártela.

Bésame en el cuelloKde žijí příběhy. Začni objevovat