Capítulo 30

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Por fin había llegado el día. No podía creerme que, después de tanto esfuerzo y explotar mis neuronas —además de la ayuda esencial de Hugo y Mara—, la cafetería estaba preciosa.

Habíamos cambiado la disposición como habíamos podido, dejando en un lado las mesas para los clientes que quisieran tomar algo al margen del evento de firma y al otro lado una mesa principal decorada con una pila de libros de Buscaba un príncipe pero encontré una rana, un peluche de una rana encima, un cubilete con muchos bolígrafos de colores, una botella de agua, una libreta personalizada por Mara para que los lectores le escribieran lo que quisieran a su autora favorita y otro montoncito con sobres diseñados por Clara y customizados como si vinieran de la realeza, con ilustraciones dentro —también creadas por mi amiga con mucho amor—, una carta escrita a mano por Clara e impresa de forma que parecía también oficial y varias pegatinas, junto a una silla cómoda para la escritora; detrás habíamos situado un póster grande con una foto suya y la portada de su novela y en un lateral habíamos creado un espacio a modo de photocall para que los lectores subieran contenido a las redes y eso la favoreciera, a fin de cuentas era publicidad. Ese espacio consistía en una silla personalizada para que pareciera de la realeza con una corona en el respaldo y una rana en el asiento por si querían usarla de adorno; al lado había una maleta roja, detrás había globos azules, rojos y blancos, simbolizando la portada, y el suelo estaba tapado por una alfombra sencilla de color blanco.

No sabíamos cuántas personas iban a venir, así que pusimos varias filas con sillas propias de la cafetería. El entorno era bonito y lo habíamos creado con mucho cariño, cruzábamos los dedos para que a Clara le gustara, puesto que estaba informada de la idea general, pero no de los detalles.

—Joder, no me puedo creer que falte una hora para la firma y haya gente esperando fuera. Lo de los fans es flipante —dijo Hugo al mirar a través del huequito de la cortina.

Habíamos puesto una para crear expectación y que los lectores no vieran antes que la propia autora cómo había quedado todo.

—La verdad es que hemos tenido mucha suerte —intervino Mónica, que no quería perderse el evento y nos iba a echar una mano por si se generaba mucho caos—, Clara mueve masas. Al menos eso compensará haber cerrado por la mañana.

Habíamos decidido abrir de tarde para priorizar terminar la decoración y mimar la firma como se merecía. Además, habíamos puesto toda nuestra dedicación en cocinar unas galletas de chocolate con forma de cara de rana para atraer a la clientela de la firma. Algunas estarían en la mesa de Clara para captar la atención. Había sido idea de Hugo y a Mónica casi le apareció el símbolo del euro en sus ojos al escucharlo.

—¿Habéis limpiado a fondo? Dios... si sale bien podría servir para que otros escritores se animen —dijo nuestra jefa con entusiasmo.

Hugo asintió y decidió ir hacia la barra para repasar que estuviera todo en orden. Mientras miré la hora, Clara tenía que estar al caer. Por eso no nos sorprendió cuando, minutos más tarde, escuchamos barullo fuera.

Al entrar, lo primero que tuvimos que hacer fue cerrar rápido para que los lectores no se colasen o intentaran hacer alguna fotografía. Saludé a Clara y a su representante con rapidez, puesto que su atención se fijó en el photocall y la mesa que teníamos preparada para ella.

—Ay, creo que va a darme algo... —musitó llevándose una mano al pecho y se acercó hasta la mesa.

Mónica y yo nos miramos asustadas al ver que Clara no decía nada más, repasaba cada elemento en completo silencio.

—¿No...? ¿No te gusta? —pregunté mientras me acercaba a ella.

—¡Me encanta! —exclamó al girarse y dejó ver sus ojos vidriosos—. Es perfecto, gracias. Nunca, en ninguna firma que llevo hecha, habían mimado tanto la presentación.

Bésame en el cuelloWhere stories live. Discover now