Capítulo 19

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Sus ojos brillaron al confesar su objetivo y yo no pude hacer otra cosa más que carraspear. En mi mente danzaban las palabras de mi tutora del colegio, de mis amigas, de mi ex... era una mezcla tan potente que me dejaba exhausta. Sabía que tenía que alejarme, pero la voz de ese chico, junto a sus ojos y esa sonrisa despreocupada, lo impedían.

—Pues vamos con ese billar entonces —sentencié antes de dar un gran sorbo a la bebida que había pedido.

Volvimos al grupo con las bebidas de todos y las dejamos sobre la mesa para poder dirigirnos hacia ese lugar que podría cambiarlo todo, lo que no sabía Hugo era que me guardaba un as bajo la manga.

Podía notar las miradas curiosas de sus amigos sobre nuestras nucas, en especial sobre la de él. No entendía el motivo, quizá que apenas sabían de mí y Hugo me analizaba con una sonrisa burlona, lo que les sorprendía. ¿Nunca había socializado con una chica? No, eso era imposible, esas dos chicas eran el vivo ejemplo, entonces ¿qué?

—¿Preparada para saborear el mejor beso de tu vida? —preguntó mientras las bolas aparecían en la zona negra, haciendo ruido.

—Menos lobos, Caperucita —respondí al llegarme el recuerdo de esa conversación en la fiesta.

—Ahora verás. —Sonrió—. Empieza tú, así eliges, si es que metes alguna, claro...

Cerré los dedos en puños. Hugo era el único capaz de hacerme sentir una niña de cinco años por la impotencia y una chica de mi edad por las hormonas y el calor del calentón. Le odiaba y me atraía a la vez, y esa combinación no me gustaba, era demasiado adictiva.

Sostuve con fuerza el palo y me situé frente a las bolas, ya colocadas perfectamente en forma triangular. Le sostuve la mirada unos segundos mientras él movía el brazo para hacer girar la bola negra, desafiándole. Entonces llevé la atención al tablero y me incliné para calcular la distancia y la fuerza que necesitaba y moví el palo, haciendo que la bola blanca impactara contra todas, hasta conseguir meter en el agujero una lisa.

—Parece que me toca ir a rayadas.

No dije nada. En su lugar, me concentré en ver cómo podía seguir. Las bolas que tenía más cerca eran suyas y corría el riesgo de meter alguna si intentaba aproximarme a alguna mía. Decidí ser cauta y golpeé con suavidad para mover escasos milímetros una de mi bando, lo justo para no cometer infracción. Entonces le miré.

—Me toca.

Asentí y me desplacé hacia un lado para dejarle espacio. A su espalda, me permití el lujo de observar cómo Hugo se preparaba para tirar inclinándose, mostrándome su llamativo trasero, oculto bajo unos vaqueros oscuros de los que no había admirado hasta entonces. Movió un par de veces el palo, deslizándolo entre el agujero que había formado con los dedos, pero no debió de convencerle, pues se incorporó para dejar el palo a un lado y arremangarse las mangas, dejando sus brazos expuestos.

No podía dejar de observarlo, que se tomara tanto tiempo me hacía ver que se estaba tomando en serio la partida, en especial la apuesta, y eso me inquietaba. No podía permitirme el lujo de perder, tenía que mantener la autoestima que me quedaba intacta, y que tuviera varias bolas a mano no ayudaba.

Por eso, cuando volvió a sostener el palo e inclinarse para calcular la fuerza que necesitaba para llevar una al agujero que tenía más cerca, me acerqué hasta él y rocé su brazo con mis uñas en una efímera caricia.

El efecto fue el deseado. Hugo vaciló en el tiro y golpeó con demasiada fuerza, llevándose consigo una bola suya, sí, pero también otra mía. No tardó en protestar y volverse para mirarme con el ceño fruncido.

—No esperaba una jugada tan sucia por tu parte, bombón.

—Fue sin querer. No me había alejado lo suficiente y al inclinarte nos rozamos. —Me encogí de hombros—. Mala suerte. No tengo la culpa de que no sepas controlar la fuerza.

Bésame en el cuelloWhere stories live. Discover now