𝐁𝐞𝐫𝐧𝐚𝐫𝐝

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Lo único que hago es dar un par de pasos hacia atrás, mientras la profesora continúa acosándome

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Lo único que hago es dar un par de pasos hacia atrás, mientras la profesora continúa acosándome. Me gustaría tener algo a mano con lo que defenderme, pero hay nada.

Sudo frío cuando uno de sus dedos acaricia la curvatura de mi barbilla y trato de sonreír, apabullada apenas sus labios se curvan con cierto cinismo escalofriante.

―No, yo...

―Cariño, muéstrame tu teléfono. ―ordena y puedo hasta jurar cómo sus ojos se llenan de un rojo atemorizante.

―¿Por qué? ―trato de encontrar mi voz en medio de ese sentimiento aterrador ―. ¿Qué es lo que quiere de mi teléfono?

―¿Quiero ver algo? ―se encoge de hombros. Sus ojos continúan vigilándome y la sonrisa se vuelve más siniestra. Su mirada relampaguea, pero de odio, un desdén tan puro que es paralizante ―. Si no hay nada que esconder, no deberías estar tan...

―Uh, dale, acá tenés pesada. ―saco el teléfono del bolsillo y se lo nuestro con el patrón ya desbloqueado para que no moleste más.

Sus largos dedos toman el aparato y la mirada escalofriante se queda contemplando las fotos. Continúa navegando de carpeta en carpeta antes de enfrentarme a los ojos y lanzarme el aparato en el aire, por lo que apenas si puedo atajarlo con el aliento contenido.

―Estás mintiendo. Este no es el aparato, es el de tu madre, puedo olerlo a kilómetros. ―vuelve a sonreírme y yo quiero morirme de un infarto ―. Niña, no tengo cinco años. No vas a tomarme por idiota, ¿entiendes?

―No tengo ninguna foto...

Trato de dar unos pasos hacia atrás, mas me obliga a lanzar un gemido de pavor cuando sus dedos me toman de los hombros, me alzan en el aire y empujan contra la pared, haciéndome muchísimo daño en el transcurso.

―¿Vas a seguir mintiéndome, niña estúpida? ―sisea ―¡No hay tiempo, ¿no lo entiendes?!

―¿Tiempo? ¿Tiempo de qué? ―balbuceo y trato de desasirme; no obstante, esta vez su agarre es mil veces más violento. Percibo cómo rompe el hueso de mi hombro y grito de dolor ―. Por favor, suélteme.

―Humana estúpida ―arrastra las palabras y, como si fuera una serpiente, noto que su lengua es bífida. Las pupilas se han vuelto verticales y las escamas de su piel se vuelven más visibles ―, vendrás conmigo, explicarás tus putas cagadas a mis superiores. ¿Has escuchado?

Me quedo helada cuando me doy cuenta que lo único que veo es un agujero enorme en donde debería encontrarse la cabeza y que la sangre espesa y cálida está distribuida por todo mi cuerpo.

Sus dedos me sueltan y se disuelven en el aire como si tuviese una bomba interna. La carne se desparrama por todo el pasillo de casilleros y yo sólo siento unas ganas de vomitar y gritar en iguales proporciones; aterrada por todo este horrible despliegue de gore innecesario.

𝐄𝐥 𝐩𝐮𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐩𝐫𝐨𝐡𝐢𝐛𝐢𝐝𝐨Where stories live. Discover now