Capitulo XIV

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Fiorella

–No me hagas repetirme Sergei–dice la tenebrosa voz de Maximiliam.

No entiendo nada de lo que está pasando en este momento, hace tan solo un instante estaba aliviada de que al invitado de Lucrecia le gustara el pastel que prepararé para él y de un momento a otro ya lo tenía enfrente y sosteniéndome la cara, no sé de dónde sea este señor, pero de donde yo vengo no tomamos a la gente del rostro así por así.

–Solo le agradezco por el exquisito postre que esta muchacha me ha preparado–dice el señor Sergei sin soltarme–Así lo hacemos en Irlanda–ya sabía que no era de por aquí, ese estilo tan sofisticado y esa barba nunca la había visto por Toronto. Maximiliam bufa ante sus palabras.

–¿Me estás diciendo que en tu país los hombres quieren besar a las señoritas sin su consentimiento?–pregunta incrédulo.

–Es exactamente eso–le afirma el Irlandés. Maximiliam voltea a ver a Jennifer y esta niega con la cabeza–¿Enserio muchacha?–el señor Sergei parece decepcionando de Jennifer–Se supone que como compatriota debes cubrirme–Jenny pone los ojos en blanco.

–Mi deber como compatriota debería ser evitar que te inventes ridiculeces como esa sobre nuestro país–le dice con gesto aburrido, espera...¿nuestro?

¿Tú eres irlandesa?–le pregunto a Jennifer completamente sorprendida.

–¿No lo sabias?–me pregunta Lucrecia, niego con la cabeza–Que raro, creí haberlo mencionado, pero no importa, nuestra querida Jennifer se mudó de su país hace muchos años y vino a Canadá a buscar una mejor vida–dice, el señor Sergei carraspea y añade.

–De nada sirve que sea una irlandesa si no va a cubrir a uno de los suyos–Jennifer no le presta atención a su pataleta y se gira a ver a Lucrecia.

–Si me disculpa señora tengo otras cosas que hacer en la mansión–Lucrecia asiente y creo que Jennifer se dirigirá a la salida pero antes de llegar al umbral de la puerta toma del brazo con total confianza a un Maximiliam que no a apartado una mirada de muerte a la nuca del señor Sergei, al principio parece rehusarse a irse, pero Jennifer se acerca a su oreja y le murmura algo que hace cambiar de postura a Maximiliam, sin decir una palabra más ambos se retiran de la habitación.

¿Qué es esta sensación en mi pecho? ¿Por qué sigo viendo la imagen de Jennifer murmurandole cosas al oído a Maximiliam? ¿Y por qué diablos siento que me duele la cabeza al pensar en que estarán haciendo en estos momentos?

No es como que me interese Maximiliam Telnaster ¿verdad? No puedo seguir con mis ridículas divagaciones porque tengo a dos pares de ojos viéndome curiosos.

–Creo que yo me retiro a la cocina–me despido de ambos y salgo corriendo del comedor pero no con dirección a la cocina.

Voy hacia los jardines blancos traseros, necesito tomar un poco de aire fresco y poder ponerle orden a mis pensamientos. Vamos cerebro no me falles ahora ¿Maximiliam, en serio? de tantos hombres que existen en Canadá tuviste que interesarte en uno que tiene cara de lagarto enojado, creo que ni puede sonreír, sabes que es mentira lo hizo en tu casa cuando lo hirieron, mi estúpida conciencia no me ayuda en estos momentos.

Mientras observo las flores trato de pensar mejor en la posibilidad de sentirme atraída por Maximiliam, ¿Me sentí celosa al ver su cercanía con Jennifer? No, claro que no, ¿A quien se supone que le estas mintiendo?, consciencia cállate.

No me gusta, solo estoy confundida, eso es todo ¿cierto?. Me agacho para poder oler una flor cuando siento una presencia a mis espaldas.

–¿En dónde tienes esa cabeza pequeña?–pregunta la voz profunda pero amable del grandote, me giro para poder verlo y tengo que alejarme un poco para poder ver bien su cara.

–Solo necesitaba aire fresco para poner en orden mis ideas–el grandote me mira, el viento sopla haciendo que su cabello negro como la noche se mueva a su compás.

–Lo entiendo–dice asintiendo–¿No hay problema en que te haga compañía?–me pregunta.

–Eres más que bienvenido–le digo haciendo una pequeña reverencia–Puedes disfrutar de estos mis hermosos parajes– él sonríe ante mis palabras.

–Es un verdadero honor–imita mi reverencia y yo suelto a reír, viéndolo mejor me doy cuenta del porqué Jenny lo encuentra atractivo, aunque lo niegue, es una persona hermosa por fuera y por dentro.

Pasamos unos minutos contemplando el movimiento de las rosas con el viento, hasta que decido buscar un poco de ayuda con mi situación, total el grandote es un amigo y necesito la opinión desde otro punto de vista.

–Oye grandote–le digo, Diff me observa esperando que continúe–¿Cómo sabes cuando alguien te gusta?–cuando termino mi pregunta siento la cara caliente, no sé si es por la vergüenza o el frío viento.

–Te lo explicaré así–me dice, señala el cielo y pregunta–¿Qué ves ahí?–no entiendo a donde quiere llegar con esto, pero igual contesto.

–Es el cielo nublado–digo monotomamente.

–Ahora quiero que pienses en esa persona especial para ti–dice y mi mente me manda directamente a la sonrisa que mostró Maximiliam en mi casa después de despedirnos en mi puerta–¿Ahora qué ves ahí?–vuelve a preguntar.

–Es un hermoso día nublado–contesto con una sonrisa.

–Cuando alguien te gusta, cada vez que pienses en esa persona miras las cosas de manera distinta–me explica–Todo lo que parece insignificante a diario, toma un nuevo significado cuando estás enamorado–por la forma en que él sonríe creo que si lo está, pero yo ¿enamorada? aún no lo creo.

–La chica que te pone esa sonrisa en el rostro debe ser increíble–digo apretando su gran mano–Gracias por escucharme grandote.

–Cuando quieras pequeña–me dice regresandome el apretón.

–¿Quieres un trozo de pastel?–ofrezco, Lucrecia dijo que si al señor Sergei le gustaba mi postre podría tomarme la tarde libre, así que le daré una rebanada al grandote y luego me iré a buscar un reemplazo para mi camiseta de Dan que le regalé a Maximiliam.

Ambos caminamos por los jardines rumbo a la cocina, cuando llegamos le doy un gran trozo junto con una taza de café. Me despido de él y le pido que me despida de Jennifer y los demás, sinceramente no tengo muchos  ánimos de despedirme personalmente de ella, no sé que me pasa, estoy muy abrumada.

Cuando llego a las verjas de la entrada observo una figura masculina recostada en una de ellas, me acerco y miro bien al hombre de chaqueta de cuero y lentes que me observa fijamente.

–¿Quieres que te lleve?–me ofrece Nicholas amablemente, desde su extraño comportamiento en la cocina no lo había vuelto a ver.

–Hola Nicholas–le sonrío cortesmete–No sé si quiera volver a subir en tu maquina del mal–le digo refiriéndome a su motocicleta.

–Vamos, si no fue tan malo–me dice–Te prometo ir más despacio–al ver su intento por hacerme sentir segura pienso mejor la idea de irme con él.

–No será necesario–dice la voz de Maximiliam a mis espaldas–La señorita Fiorella se irá conmigo–dice a lo que Nicholas lo observa con el ceño fruncido–¿O me equivoco?–dice esta vez viéndome a mí, jejej ya valiste Fio, ¿Será que el señor Sergei no quiera otro pastel?

¿Pero que es esto Dios mio?
Pobre a don Sergei Jennifer no lo respaldó.
Besos en el poto.

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