El secreto es real

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El secreto es real

(***)

Mi mayor defecto siempre había sido ser demasiado curiosa. Y como todo, tenía graves y negativas consecuencias que ahora estaba experimentando de la peor manera.

Quedarme sola frente a la puerta de mi casa me puso a temblar, y cómo no, a ser víctima de la paranoia. Saber que Damián se iba, aunque fuera a solo dos casas, me hacía sentir vulnerable y como un blanco fijo y expuesto. No podía atreverme a pedirle que me acompañara porque era malhumorado y odioso y claramente mi presencia le molestaba, así que debía reunir valor para hacer, sin compañía, lo que tenía que hacer:

Decirle todo a mis padres.

Entré a la casa cerrando la puerta con cuidado. Por alguna razón pensaba que no debía hacer demasiado ruido, como si tuviera miedo de que por eso alguien me encontrara. Mamá ya tenía que estar ahí porque siempre llegaba a las cuatro de su trabajo como gerente general de las principales panificadoras de Asfil.

La sola idea de decirle que tenía que mudarme, me hizo considerar si realmente debía hacerlo, porque, es decir, ¿qué tan fácil era confesarles a tus padres que debías huir porque habías descubierto que el vecino era un asesino que pertenecía a todo un mundo de homicidas?

Ya podía descartar la posibilidad de que fuera una broma por parte de Damián, porque yo misma había visto al tipo de la gabardina violeta asesinar a otro.

Pero no era esa parte, en sí, la que me costaba creer. En la soledad y seguridad de mi sala de estar pude admitirme a mí misma que lo único tan difícil de tragar en la confesión de Damián era eso de que nacían el nueve del noveno mes y que por esa razón sentían la necesidad de matar. Si lo analizaba muchísimo más, y vaya que a veces me gustaba analizar todo demasiado, estábamos hablando de algo relacionado a la propia naturaleza.

Y esos eran de mis temas favoritos. Así que, si aplicaba mis conocimientos adquiridos en libros, investigaciones clandestinas los sábados por la noche, series de televisión e historias contadas por Eris, entendía que todo era cierto y que tenía que salvar mi vida, porque si no lo hacía, morir acuchillada sería mi destino cuando descubrieran que era normal.

«Normal», repetí. Resultaba extraño que serlo estuviera mal, cuando para la repugnante sociedad común eso era lo único que estaba bien.

—¿Mamá? —grité desde la sala de estar.

Como de costumbre intenté descolgarme el bolso de los hombros para dejarlo sobre el sofá, pero recordé que lo había perdido en el bosque junto con mi celular. Miré el lugar con una extraña sensación de vacío por no hacer lo acostumbrado, y sentí cierto pesar.

Oh, el sofá. El tranquilo sofá en la tranquila sala de estar. ¿Por qué no podía estar tan en calma como el lugar?

—¡En la cocina, nena!

La voz de mamá hizo que se me formara un nudo en la garganta. Ella no tenía ni idea. ¿Y qué pasaría cuando la tuviera? ¿Lo creería? No. Ella iba a armar un escándalo, más que eso, haría reventar el subsuelo, porque así era mi madre, así de impulsiva y valiente y a veces exasperante.

Avancé hacia la cocina y la vi cortando algunos vegetales. Le gustaba hacer comida sana, lo cual era irónico considerando que siempre estaba rodeada de postres y panes de diferentes estilos, pero aun así a mí me encantaba comerla. Lo cierto era que mamá era una entusiasta de la vida sana, por lo tanto, se mantenía delgada, pero sus ojos verdes, iguales a los míos, ya comenzaban a envejecerse.

—¿Te ha ido bien? ¿Qué tal el instituto? —me preguntó.

Su amplia sonrisa y su tono animado me dieron algo de calma.

DAMIÁN PARTE 1 - [Un secreto oscuro y perverso] VERSIÓN DE WATTPAD ©Where stories live. Discover now