El dueño de la mansión

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El dueño de la Mansión

(***)


Después de que Eris se fue y volví a quedar sola en la habitación, le eché un vistazo al plano de la mansión que ella me había compartido por WhatsApp. La entrada a las mazmorras estaba al pasar la biblioteca y como faltaban dos días para la Cacería, lo mejor era darme una vuelta para examinar el camino y comenzar a inspeccionar el terreno.

Me aseguré de tener la daga en el interior de la cazadora, salí de la habitación y eché un vistazo al largo corredor.

Estaba solo.

Avancé a paso silencioso, bajé las escaleras y hallé vacío el lugar en donde nos habíamos detenido a hablar con la ama de llaves. Volví a examinar el plano y tomé ruta por el primer pasillo a la izquierda. Pasé unas cuantas puertas cerradas y me detuve por un instante cuando contemplé la entrada a la biblioteca.

No tenía puerta, era más bien un espacio abierto que se extendía hacia el fondo con altos estantes de madera repletos de libros y un techo abovedado. Incluso, hasta donde estaba me llegaba ese embriagador olor a hojas e historias que tanto le gustaba a cualquier lector.

Continué por el pasillo dejando atrás la biblioteca hasta que llegué al fondo y me encontré con una verja que funcionaba como puerta. Estaba abierta. La deslicé con cuidado sin causar el más mínimo ruido y entonces lo único que tuve que hacer fue descender por unas estrechas escaleras.

A medida que iba bajando, la distancia se hacía más profunda y la iluminación iba decayendo. Era un camino espeluznante, casi claustrofóbico, pero logré soportarlo.

Cuando las paredes dejaron de ser impecables y pasaron a ser de piedra, supe que me estaba acercando. Finalmente bajé el último escalón y me encontré ante otra verja mucho más ancha de gruesos barrotes.

En ese momento escuché algo sumamente perturbador: sollozos.

Eran una mezcla de llantos femeninos y masculinos provenientes del interior de las mazmorras. Se oían apagados, agudos, dolorosos y cargados de angustia. Intenté abrir la verja, pero estaba cerrada. Maldije por lo bajo y luego me apegué a los barrotes con intención de observar desde allí lo que se podía.

Alcancé a ver varios pasillos que debían conducir hacia las celdas, porque de repente avisté un par de brazos humanos moviéndose lentamente, como si fueran zombis que quisieran salir de algún lugar. Me imaginé el interior repleto de personas, todas aglomeradas en esos calabozos preguntándose por qué estaban ahí, y entonces se me ocurrió una idea.

Tomé aire, acerqué mi rostro a la verja de tal modo que quedara entre los barrotes y le llamé.

—¡Alicia! ¡Alicia! ¡Si estás aquí, responde!

Estaba segura de que por la distancia arriba nadie podría escucharme, así que esperé. Los sollozos se hicieron más fuertes ante mi llamado. Sonaban como si alguien ejecutara una lenta tortura, como si ese fuera el tipo de sufrimiento que le gustara a las mentes más perversas.

Después de unos segundos las únicas respuestas que obtuve fueron:

—¡Ayuda!

—¡Sáquenme de aquí!

—¡Piedad!

—¡Déjenme ir!

Todas las voces se emitían en un tono forzado y casi apagado, como si costaran ser pronunciadas. Ninguna era de Alicia. Lo volví a intentar y al no obtener la respuesta que esperaba, regresé sobre mis pasos considerando que no solo sería difícil hallarla, sino que también iba a ser difícil entrar a las mazmorras si estaban cerradas.

DAMIÁN PARTE 1 - [Un secreto oscuro y perverso] VERSIÓN DE WATTPAD ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora