Capítulo 4: Una propuesta inesperada.

96.2K 4.2K 550
                                    

Capítulo 4: Una propuesta inesperada.

Sin fuerzas para aguantar dos clases más me marche a casa, donde estuve todo el día en la cama, mirando el techo, buscando alguna idea para olvidar al propietario de los ojos que me tenían hechizada.

Le había enviado un mensaje a Mel para decirle que no se preocupara por mi, y que hablaríamos mañana. Nunca antes había tenido tantas ganas de contraer un virus que me tuviera en cama como una semana, siete días para buscar la forma de quitarme a Ryan de la cabeza. 

Salí a correr para despejar mi mente. Pelusa como siempre movía el rabo de un lado para el otro de la alegría mientras corríamos por la playa. Eso me dio un poco de entusiasmo, hasta que empezó a llover. Sujeté a Pelu entre mis brazos y me eché a correr hasta casa. Llegué empapada así que me di un baño de agua caliente para aliviar los temblores por el frío. Esa noche dormí en mi cama, el olor de Ryan seguí impreso en mi almohada. De nuevo el sueño volvió a aparecer, parecía tan real, no podía apartar mis labios de los suyos mientras sus manos recorrían cada curva de mi cuerpo y las mías se aferraban a sus hombros, clavándole las uñas cada vez que me embestía con dureza. Desperté jadeando y bañada en sudor, no sabía como iba a olvidar a Ryan Applewhite si era lo primero que veía al cerrar los ojos.

Cuando amaneció me dolía todo el cuerpo, la cabeza no la aguantaba y no paraba de estornudar. Al parecer mis plegarías habían sido escuchadas. Llamé a Mel para explicarle que faltaría a la universidad por un resfriado.

–¿Vicky estas bien? ¿Quieres que pase a verte? – Preguntaba una y otra vez.

–Mel solo es una gripe. Me tomaré algo para aliviar el dolor de cabeza y me acostaré. No te preocupes– Le repetí por tercera vez.

Mi amiga tenía la tendencia de actuar de madre de vez en cuando.

Llamé también a la cafetería donde trabajaba, para hablar con Amaya, una de las camareras. Durante más de media hora estuvimos hablando sobre el capullo de nuestro jefe, quien se creía Brad Pitt y más bien se parecía  a Golum. Me contó que durante lo que llevaba de vacaciones no habían tenido muchos clientes, algo que solía ser normal. También me dijo que Celina otra de mis compañeras, le estaba haciendo ojitos al jefe, las dos reímos cuando llegamos a la misma conclusión “quiere pedirle un aumento de sueldo”. Amaya era una chica agradable, y muy simpática. Tenía dos niños preciosos a los que adoraba, era madre soltera por lo cual no paraba de trabajar. Las pocas veces que habíamos salido tenía que volver pronto a casa por los niños. Era una madre ejemplar y una gran amiga.

Decidí llamar a mis padres, pero me arrepentí desde que mi padre volvió a insistir en que dejara la literatura y estudiara derecho. Como siempre terminamos discutiendo, cuando colgué el teléfono estaba que echaba chispas. ¿Por qué les resultaba tan difícil aceptar que quería ser escritora y no abogada?.  Para despejarme revisé mi Facebook, mis amigas las Rets, un grupo de mujeres que había conocido gracias a esa red social, me habían mandado varios mensajes preguntando como me iba el curso. Les había contando lo que pasó aquella noche en la playa, y enseguida había tenido mi línea de teléfono colapsada, me habían pedido hasta el más mínimo de detalle. Era increíble la amistad que habíamos hecho entre todas, aún con tantos kilómetros de distancia. Me apoyaban y aconsejaban en todo. Sabían como sacarme una sonrisa. Respondí todos los mensajes que me mandaron. Más tarde me di un baño que terminó por relajarme, y aliviarme un poco la congestión, aunque el dolor de cabeza persistía, me tomé una pastilla para aliviar el dolor, me puse el pijama más cómodo que tenía, que consistía en unos pantalones de yoga manchados de lejía y una camisa del grupo Nirvana que me quedaba cuatro tallas grande. Me tiré en el sofá, con Pelusa acostado entre mis piernas y el sueño pudo conmigo.

El desconocido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora