Capítulo 4.

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La habitación no era como esperaba. Deposite mis dos maletas junto a la puerta y contemple mi actual centro de residencia, nada que ver con mi antigua habitación. Había capas y capas de polvo por todas partes y todo estaba sumido en penumbra. Descorrí las grandes cortinas, dejando que la habitación tomara un baño de luz y contemple el cuarto. Había una cama de matrimonio con colchas verdes mugrientas y una mesilla un poco carcomida con una lamparita sin bombilla. Una pequeña puerta casi oculta daba a un baño inmaculadamente blanco, con una pequeña ducha, un espejo, un lavabo y una taza. Junto a la puerta de entrada había un gran armario completamente vació, lleno de telarañas en las esquinas. Lo mejor de todo eran las tres estanterías hasta el techo repletas de libros. Me pasee entre ellas, acariciando los lomos y quitando la capa de polvo que había en ellos, pasando la suciedad a las yemas de mis dedos. Me limpie en mis vaqueros y continué paseando hasta que unos pasos en el pasillo me hicieron retroceder y ocultarme entre las sombras de las largas cortinas. Un chico apuesto entro en la habitación, sofocado por la pesada montaña de libros que portaba. Los poso sobre la cama y le pude observar bien, era alto y rubio e iba sin camiseta, por lo que me percate de que llevaba dibujado con finas líneas un águila majestuoso rodeándole el hombro. No me vio, pero si se dio cuenta de las maletas que asomaban detrás de la puerta.

-¿Hay alguien? –empezó a girar sobre si mismo, en posición amenazadora. Estornude.- ¡Sal ya! No quiero que nadie salga herido.

Asome la cabeza y vi la espada que sujetaba con fuerza. Solté el aire que estaba reteniendo y salí de mi escondite.

-Hola- se giro bruscamente y estuvo a punto de lanzarme una estocada cuando se percato de qué era.

-Ho…-su voz sonó fuerte, pero se suavizo de repente- …la.

Todo pareció desaparecer a nuestro alrededor, y nos quedamos mirando ensimismados. Se acerco hacia a mi lentamente hasta situarse justo enfrente. Me pareció ver un débil haz de luz que nos unía, pero simplemente fue una jugada de la luminosidad. Me rozo el brazo con la punta de los dedos y saltaron chispitas de luz.

-Veo que os conocéis- la realidad cayo sobre mí como una tempestad y me devolvió la razón con una bofetada. Cogio los libros, los coloco en su lugar correspondiente mas rápido de lo que el ojo humano puede percibir y de repente ya no estaba. Desaparecido.

-¿Quién era ese?

-Te lo diría, pero esta prohibido.

-¿Prohibido?

-Si, es una norma muy extraña. Solo te puedes presentar a ti mismo, porque si alguien no quiere que sepas su nombre, no es justo que otra persona te lo diga.

-Creo que lo entiendo…

-Venga, te enseñare todo esto.

Me llevó por los pasillos, señalando y explicándome cosas de las que yo no presté atención porque aún tenía en la memoria a aquel chico rubio.

-… ¿qué te parece?

-Eh, si, si, si, muy bien.

-No me estabas escuchando, ¿verdad?

-No, lo siento, estaba pensando en el manlited de antes.

-Espera, espera, espera, ¿cómo sabes que él es un manlited?

- Ahora que lo dices…no lo sé.

*Pi, pi*

-Un momento. – Kathy se ajustó el comunicador y escuchó con atención. – Sígueme.

Me condujo por los pasillos hasta llegar a una puerta que sí que reconocí.

-Bueno, el señor Wales me ha mandado que te traiga aquí de vuelta. ¡Nos vemos en la cena!

Cazadores de conciencias.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora