Capítulo 10.

137 6 0
                                    

Al entrar en el aula me asombré; la clase era eso: una clase, con sus pupitres, su pizarra vieja, su mesa del profesor y un viejo señor rechoncho sentado detrás de ella con la cabeza caída, vencido por el sueño. Cuando todo el mundo empezó a entrar, riendo, gritando y haciendo ruido con sus respectivas sillas, el hombre se despertó sobresaltado.

Hunter me condujo a una mesa en última fila, junto a él, y me encogí en mi misma intentando pasar desapercibida mientras sacaba un libro gordo y verde en cuya portada ponía, y en letras muy grandes: "HISTORIA DE LOS CAZADORES DE COCIENCIAS".

-Bueno, abrimos el libro por la página en la que nos qued... -de repente se interrumpió, y sentí mil y una miradas clavadas en mí.- No me suena su cara. Usted es nueva, ¿verdad?

Una carcajadas se oyeron en el silencio ante tal obviedad, y me vi obligada a levantar la cabeza y fingir una sonrisa.

-Sí, soy nueva.

-¿Cuál es su nombre?

-Maya. Maya Suck.

-Ah, sí, me suena.

-Sí, la chica alérgica a Christian. -las carcajadas inundaron la habitación.

Lancé una mirada asesina al que había dicho eso, y me encontré con unos ojos verde esmeralda que brillaban con ilusión: el chico del tatuaje del águila. Hubo un intercambio de miradas casi imperceptible y él se volvió, con una sonrisa de suficiencia y dándome la espalda.

-Bien. Sigamos. El otro día nos quedamos en la segunda revoluc...

Fui desconectando de la clase poco a poco, hasta que mi atención estuvo solo enfocada a los garabatos que hacía en los márgenes del libro.

La alarma sonó y el profesor se calló de inmediato; se empezaron a escuchar cremalleras de mochilas, sillas arrastrándose, leves murmullos.

-Señorita Suck, quédese un momento. -la voz del profesor (no sabía cómo se llamaba; no se había presentado) se oyó por encima del barullo. Hunter, esperando de pie junto a mi mesa, me miró con aprobación y sonrió.

-Suerte.

-Gracias. Supongo.

Esperamos a que la clase estuviese vacía y el profesor clavó sus ojos en mí.

-¿Puedo ver sus hombros?

-¿Cómo? -la pregunta me pilló totalmente desprevenida.

-Sus hombros. Los de las quemaduras.

Empecé a quitarme el jersey, quedándome en tirantes. Ni rastro de las quemaduras. La cara de asombro del profesor fue extrema.

-Pero...yo vi cómo ardía, cómo se desmayaba, cómo salía humillo.

-¿Humillo? Permítame, pero no pasó nada. Simplemente me encontraba mal.

-Pero...

-¿Usted ve las marcas?

-No.

-Pues ya está.

Salí resuelta del aula, volviéndome a poner el jersey y colgándome la mochila a un hombro; en cuanto el asa rozó mi hombro, el escozor me recorrió todo el cuerpo. Hunter estaba esperándome en la puerta, y se mostró preocupado al ver mi expresión, pero le sonreí y le indiqué que me guiase hasta la siguiente clase.

A excepción de la noche anterior, no había estado antes en los jardines del Instituto. Hunter me guió hacia la parte de atrás, donde un remolino de gente se agolpaba cerca de una mesa. Detrás de ellos, había un par de dianas colocadas estrategicamente.

-Bienvenida a la clase de Arco.

CHRISTIAN.

Su olor me llegó como una ráfaga de viento. ¿Pero cuantos kilos de colonia se echaba esa chica encima? La vi acercarse al lado de un chaval rubio desde mi posición detrás de la mesa del ''profesor''. Con energía me levanté de la mesa y los que se congregaban a mi alrededor empezaron a callarse.

-Bien, ya sabeis quién soy, cómo soy y por qué estoy aquí. Mark no ha podido venir, tenía una supuesta reunión así que yo le sustituiré. Que cada uno coja su arco. -se dispersaron todos, excepto Maya.- Ratita, ¿algún problema?

-Perdona, ¿me estás hablando a mí?

-¿A quién sino? -ella miró a su alrededor.

-Bueno ¿qué pasa?

-¿Alguna vez has usado un arco?

-No, pero no me resultará difícil.

Cogió su arco y su carcaj y se situó en la línea delante de la única diana que quedaba libre. Los demás alumnos hacían volar sus flechas, cada uno de manera diferente, algunos mejor que otros, pero ninguno del todo mal.

Maya se colocó "en posición", tensó el arco y... Se me escapó una gran carcajada. La flecha no había avanzado ni 10 pasos, y las mejillas de la chica se iban poniendo cada vez más rojizas.

-¿Decías, ratita? -me miró furiosa.

-Esa era de prueba, claramente.

Me acerqué a ella y la sujeté por detrás con cuidado de no tocarla en las zonas que tuviese descubiertas.

-Primero tienes que saber colocarte, -su cuerpo y el mío se acoplaron mágicamente- y luego coger el arco en la posición correcta. -deslicé mis manos por las suyas para colocarselas bien, pero inmediatamente ella soltó un gemido.

El arco se cayó al suelo junto con el carcaj, y cuando me levanté de recoger las flechas que se habían desperdigado, lo único para lo que tuve ojos fue para las manos de Maya, peladas, rojas, temblorosas. ¿Qué demonios pasaba?

MAYA.

Una vez me fui de la clase de Arco y pasé por mi habitación a por la pomada (había decidido que la llevaría siempre encima) fui al gimnasio.

Lanzamientos de cuchillos, esgrima, boxeo, carreras de obstáculos, kick boxing, karate, acondicionamiento físico; había tantas cosas para hacer que no sabía por donde empezar. Caminé por el polideportivo mientras notaba cientos de miradas masculinas sobre mi y mis muslos en leggings, y fue el profesor de la clase, el que luego se presentaría como Mr.Hudson, el que me salvó de morir derretida bajo las miradas.

-Maya Suck, ¿verdad? ¿Qué te gustaría practicar?

Como si un rayo de luz lo hubiese iluminado, lo vi: espalderas, colchonetas, barras de equilibrismo...

-Creo que lo sé. -miré ilusionada hacia el rincón un tanto abandonado.

-Con que gimnasta, ¿me equivoco? Se te ve ágil, sácale partido. Eres pequeña y delgada; enséñame tu grado de flexibilidad y si es alto seré tu mayor fan. Prometes.

Halagada, caminé hacia las colchonetas haciendo que la cola de caballo se meciese en mi nuca, haciéndome cosquillas por la espalda, mientras Mr.Hudson hacía callar a todo el polideportivo con un par de palmadas.

-Señores, señoritas, ¡un aplauso!

La música comenzó a sonar, una pieza perfecta para un baile de ballet, mi gran pasión secreta desde que tengo uso de razón. No sé cuántas piruetas hice, cuántas veces salté en la barra de equilibrismos cayendo en un perfecto plié o cuántas veces me abrí de piernas en el aire. Pino, volteretas, mortales, estiramientos; me sentía de goma.

Cuando la canción acabó, la sala se quedó en un total silencio, y de repente estalló en aplausos. Mr.Hudson se acercó sonriendo.

-Enhorabuena, eres mi nueva favorita.

Cazadores de conciencias.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora