Capítulo 9.

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Volví con calma, andando muy despacio para evitar el encontronazo con Christian, pero resultó en vano porque estaba postrado en la puerta de mi habitación, con una sonrisa pícara y posición de chulo.

-Apártate de mi camino. -intenté empujarle, pero el me cogió de la muñeca, retorciéndola.

-Lo siento ratita, pero vas a tener que pedirlo con más educación. -las lágrimas se me soltaban por la quemadura que me estaba haciendo con su tacto.

-Ni en sueños. Suéltame. -le enseñé los dientes y con la otra mano intenté sacar mi sheriz.

-Está bien. Solo me preocupaba por si llegabas bien. -levantó las manos y se apartó de la puerta. Me sujeté la muñeca, dolorida.

-Y un cuerno. Y no me llames ratita.

-Está bien ratita. Buenas noches.

Increiblemente rápido se metió en se habitación, dejándome sola, apoyada en la puerta pesadamente y respirando con dificultad.

La habitación estaba asombrosamente en calma. Me desvestí, me puse un pantalón corto de pijama y una camiseta de tirantes y me deslicé entre las sábanas. Me dormí al instante.

Un incesante pitido en mi oreja me sacó de mis sueños. Gruñí y cambié de posición, poniendo mi mejilla herida sobre la almohada. Gemí de dolor y se me saltaron las lágrimas; anoche se me olvidó echarme la pomada.

Al mirar mi reflejo en el espejo del lavabo me asusté: las quemaduras en mi mejilla, cuello y muñeca se estaban poniendo negras. Me eché la pomada, un poco de maquillaje para tapar el incidente y un jersey de cuello vuelto negro para intentar que no se viera nada. Salí, cerré la puerta y me dispuse a ir a desayunar cuando una voz metálica resonó en mi cabeza. "Al despacho del director." Al principio me alarmé pensando que alguien había entrado en mi cabeza, pero me di cuenta de que solo era el pendiente, que me estaba avisando. Cambié de dirección y fui hacia mi destino mientras los pasillos empezaban a despejarse.

CHRISTIAN.

El pitido que mi dilatación produjo ocurrió mientras estaba en la ducha. Resoplando, salí aun empapado, me puse los primeros vaqueros que vi y cogí una camiseta negra. Me calcé y salí disparado al despacho de Wales. Me apostaba todos mis ahorros a que estaba cabreado.

MAYA.

Cuando entré, la silla detrás del escritorio se giró, y un enfadado Wales me miró seriamente y me indicó con un gesto de cabeza que me sentase en una de las sillas. No habían pasado ni cinco minutos cuando la puerta se abrió. La ráfaga de angustia entró como si el aire la hubiese empujado hacia dentro con un gran soplido.

-Por lo menos te dignas a venir pronto. -Christian entró, poniéndose aún la camiseta. Pude ver su vientre marcado y un tatuaje en forma de serpiente que le recorría el costado. Tenía en pelo empapado y le caía sobre los ojos. Se lo apartó con nerviosismo.

-Wales, no tengo todo el día. ¿Qué pasa?

CHRISTIAN.

Se me encogió el corazón en cuanto abrí la puerta y vi como los ojos grandes de Maya me observaban y se volvían dolorosos, como si le hubiese caído un piano encima y estuviese intentando sujetarlo. Se había maquillado, probablemente para tapar la quemadura de su mejilla que tan mal aspecto tenía la noche anterior. Estaba guapa, pero me gustaba más sin nada, más natural.

-Venga, sin miramientos, Wales.

-Detectamos que usted y la señorita Suck salieron del recinto anoche. -ella me miró desconcertada por un momento y se giró hacia el director.

-De hecho eso es verdad, pero tiene una explicación. -como se inventase una excusa, la hacía un altar.- Él se escapó de forma sospechosa y le seguí, ¿no se supone que tengo que ayudarle? -iba a matar a esa rata con olor a vainilla.

-¿Y a dónde fuisteis?

-Oh, nada importante. -se arremangó el jersey sin darse cuenta y dejó a la vista su muñeca con la marca de mis dedos. Cuando se dio cuenta, la tapó con rapidez. Bueno, no con la suficiente.

-¿Qué tiene ahí?

-Nada.

-Enséñemelo.

-No tengo nada, de verdad. -Wales la cogió de la mano y tiró de la manga hacia arriba. Ella tragó lentamente; yo mantuve la respiración. Pero no tenía nada.- ¿Lo ve? No hay nada.

-Pero...

-Olvídelo. ¿Ha probado dormir más? Sería mejor, porque no ve usted bien. Estará cansado. -sonrió.- Y ahora que está todo arreglado, vámonos. -Salió por la puerta y me agarró de la camiseta, llevándome tras de ella.

MAYA.

Pensé que la angustia iba a desaparecer en cuanto cruzase el umbral de la puerta, pero estaba equivocada. En cuanto salimos, solté a Christian.

-¿Cómo has hecho eso? -por un momento pensé que nuestro odio tenía una tregua, pero inmediatamente entrecerró los ojos.

-¿El qué?

-Tu muñeca.

Me subí la manga. La marca de los dedos de Christian seguí ahí, oscura, con mala pinta.

-No lo sé. Simplemente, desapareció.

-Eres un bicho raro, ratita. -Se alejó andando y la angustia desapareció.

Katherine me saludó con energía desde la mesa del comedor, y me acerqué a sentarme una vez cogí una manzana roja con pinta deliciosa.

-¿Te has dormido?

-No. Wales me quería en su despacho. Nada importante.

-¿Qué tal tus quemaduras?

-Oh, casi ni las siento. -Y era verdad. Las quemaduras de los hombros, a las que ella se referían, ya no me dolían. Pero las demás sí.

-Pues me alegro muchísimo. ¿Dónde estuviste anoche? No te vimos en el salón

-Oh. Estuve en la cama durmiendo. La verdad es que estaba agotada.

-Bueno, da igual. Toma, aquí tienes tu horario. Pasa antes de las clases a por tu mochila. Si quieres te acompaño y ya te enseño tu primera clase; el aula está al lado de la mía. Si tienes alguna duda, pregúntale a Hunter, -el susodicho me sonrió con su sonrisa profident.- él está en todas tus clases.

-Perfecto, muchas gracias. -sonreí.

-¿Vamos?

Salimos del comedor mientras me terminaba la manzana. Después de coger mi mochila, fui con Kathy y Hunter a mi primera clase. Katherine se metió en la primera aula, y Hunter me abrió la puerta de mi primera clase: Historia de los CC.

Cazadores de conciencias.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora