Capítulo 19.

462 22 3
                                    

P.O.V MIKEL

Estoy pensando seriamente en dejar el instituto. La verdad es que allí no hago nada, menos que en casa. Aparte, jode que los profesores estén detrás de mí todas las horas, como si esto se tratase de una sucia cárcel. Es un instituto para chicos problemáticos, si, pero ¿y qué? Un poco de espacio. Bastante tengo con aguantarme las hostias que se merecen algunos profesores.

Repito lo mismo de cada día: tiro la mochila al lado de mi silla, me siento, dejo caer el cuerpo de forma que parece que estoy tumbado y dejo de escuchar la clase que me toca.

Poco a poco van entrando mis demás compañeros, cada cuál va llegando más tarde y con menos ganas de estudiar o atender. Saludo con pequeño meneo de cabeza a Alex, quien ha entrado sin siquiera llamar a la puerta.

El profesor le mira mal durante unos segundos, luego vuelve a centrarse en las ecuaciones y cuentas extrañas que él mismo ha puesto en la pizarra.

Saco el móvil y jugueteo un poco, arriesgándome a ser visto. Pero no me importa, si intenta quitármelo, fácilmente puedo volverlo a tener en mis manos.

Aparto la vista del móvil y me fijo en la clase. Su pared es blanca y triste, con un soso mapa de Europa colgado en la parte derecha. Tiene mesas y sillas de madera estropeada y la pizarra puedo caerse a trozos en cualquier momento. La verdad es que me da igual, estoy acostumbrado a estar en sitios así. No me refiero a mi casa, sino a la calle.

 -          Tierra llamando a Mikel, ¿estás aquí?

Alex y Luca (este último otro de mis amigos) me miran con expresión impaciente en su cara. Me levanto rápidamente y cuelgo la mochila en mi espalda. Les sonrío en señal de disculpa.

 -          Estaba un poco ido.

-          ¿Pensando en la novia? – bromea Luca dándome un codazo.

Instantáneamente pienso en Saray. Quedo callado durante unos segundos y río para disimular.

 -          Sabes que soy un espíritu libre – respondo no muy convencido.

Salimos fuera de la clase y juntos vamos al patio. Nuestra clase no está en la planta de arriba por lo que no perdemos tiempo bajando escaleras.

Estando allí comprobamos que nadie nos vea. Entonces corremos hasta la valla que nos separa de exterior. Llevamos años de práctica en esto, por lo que saltarla y caer fuera sin hacernos ningún tipo de daño no es complicado, al revés, es divertido.

 -          ¡Necesito correr! – grita Alex eufórico por la escapada.

-          ¿Carrera? – propongo mientras miro a los dos sonriendo.

Sin nadie dar la señal, ya estamos corriendo por la calle como unos niños de ocho años. La gente nos mira e intuyo sus pensamientos: ‘’Menudos niñatos que deberían estar en el instituto’’pero me da igual, absolutamente igual.

Pienso por unos momentos en contarles lo que tengo con Saray, pero prefiero callar ya que todavía es demasiado pronto. Quizás si veo que lo nuestro sigue…

 -          Tengo ganas de coger la moto – digo pensativo.

-          Hostia, que yo la tenía en la entrada del instituto – comenta Luca.

-          Creo que los tres teníamos la moto allí.

Refunfuñamos y, esta vez a paso normal y con cigarrillo en la boca, volvemos al instituto en busca de nuestras motos con la intención de aprovecharlas al máximo.

P.O.V SARAY

Cruzo los dedos con fuerza mientras la profesora de francés va entregando los exámenes. Por ahora todas mis amigas han aprobado con seis y sietes, pero dado que yo no estudié y el examen me fue fatal, dudo que haya sacado una nota alta.

 -          Saray Cabanillas – llama la profesora buscándome.

-          ¡Aquí!

Intento no parecer nerviosa e intento mantener la calma mientras que la profesora pone sobre la mesa mi examen. Al ponerlo, me da la espalda y sigue diciendo nombres y repartiendo.

 -          ¡Dios, si! – exclamo para mí al ver el cinco.

¡Un cinco! Vale, a partir de ahora sacaré mejor nota pero joder, esperaba un suspenso en vez de un aprobado. Indico a mis amigas mi calificación y sonríen como respuesta.

 -          Las notas han sido bastante bajas, así que espero que para el próximo examen estudiéis más – dice la profesora con toda la seriedad que puede – anda, fuera de clase, ir en paz.

Nos despedimos de ella y salimos atropelladamente. Esto de salir diez minutos antes mola bastante y más si ahora nos vamos a casa puesto que es última hora y el profesor de matemáticas ha faltado. Por no decir que encima es Viernes.

 -          ¡Pauleta! ¿Te vienes o qué?

-         ¡Ya voy, impaciente!

La agarro del brazo y corremos por el pasillo, bajando las escaleras como dos locas. Detrás de nosotras nos persigue más gente de mi clase, ya que al parecer los ‘’guiamos’’ a la libertad por así decirlo.

-          ¿Necesitamos justificante? – pregunto a un compañero.

-          Que yo sepa, con el arrobamiento de salir de la profesora de francés tenemos más que suficiente.

-          Pues adiós.

Río y sin perder más tiempo salgo al patio, sintiendo el olor a libertad cerca de mí.

 -          ¿Vas a casa? – pregunta Paula a mis espaldas.

-          Si quiero dejar la mochila y cambiarme de ropa no me queda otro remedio.

-          Lo digo para quedar las dos luego, de mejor amiga a mejor amiga.

-          Eso está hecho, voy a tu casa y de allí nos vamos.

P.O.V MIKEL

 -          ¡UOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOH!

La carretera, las calles y las personas pasan con total rapidez frente a mí. Hacía tanto tiempo que no conducía la moto con tanta velocidad que había olvidado la sensación de bienestar que produce.

Alex y Luca están detrás de mí, ya que ellos conducen más lento. ¡Cobardes! No saben lo bien que sienta esto.

Cruzo una curva con total rapidez y mantengo el equilibrio. Sonrío y paro al llegar a nuestro destino.

 -          ¡Subidón! – grito riendo - ¡Joder, macho!

-          Tranquilito Mikel, que ahora viene lo mejor – sonríe Alex.

-          ¿Lo qué?

-          ¿Tú que crees? Hoy es día de follarnos a un par de tías.

 La sonrisa se esfuma de mi cara. Imposible, no, yo no puedo. Aunque no este seguro de lo que somos, Saray me gusta. La quiero. Por otro lado no quiero decirle a mis amigos que salgo con ella, no por vergüenza, sino porque me gustaría hacerlo más adelante, cuando vea que realmente funciona. 

Me miran algo preocupados al ver mi repentino bajón.

 -          ¿Qué pasa? ¿No quieres…?

-          Si, si, es que yo no…

-          Estás muy raro desde esta mañana. Nos ocultas algo.

Trago saliva y finalmente sonrío a mi manera: despreocupadamente.

-          No me pasa na’. Bueno, ¿buscamos a buenas tías o qué? Tengo ganas de montarme una fiesta.

No te alejes de mi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora