Capítulo 20.

482 23 4
                                    

Antes, yo y mis amigos quedábamos con un grupo de chicos con el que nos llevábamos parcialmente bien. Desde luego, todo cambió el día en el que nos peleamos y acabamos a puñetazos.

¿Qué si al poco nos reconciliamos? Sí, pero no ha vuelto a ser lo mismo. Ya casi ni nos vemos, y es mala suerte que justo ahora vayamos a verles puesto que entre ellos hay una chica que nunca para de tirarme los tejos.

Les miro durante unos segundos con la intención de decirles que no puedo ligarme a una tía, que ya tengo a una. Una tía a la que, por poco que me guste admitirlo, le he cogido demasiado cariño. Demasiado quizás.

Nada más dar unos cuantos pasos, un grupo numerosa de personas se acercaron a nosotros, gritando con alegría. Los tres les devolvimos los gritos y les abrazamos dando fuertes palmadas. En total son 6 chicos y una chica, llamada Mónica.

 -          Que putas ganas tenía de veros – dice Joan con una pequeña sonrisa.

-          Si, si, en el fondo se echa de menos nuestras salidas – coincide Luca.

Yo simplemente me mantengo al margen de la conversación y hago el intento de escabullirme con alguna otra persona que me caiga bien, pero es imposible.

Mónica instantáneamente se pone a mi lado, justo cuando empezamos a dar una vuelta por los alrededor de la zona. Claramente, poco a poco va demostrando que quiere lío conmigo. No sé que hacer.

Es una chica guapísima y con un cuerpo de escándalo. Cualquier tío en su sano juicio se la tiraría.

 -          Escúchame – dice Ben - ¿Qué os parece si robamos unos carros de la compra y los manejamos por la calle?

Asentimos con expresión divertida. A estas horas las calles están vacías de personas y coches. ¿Por qué no?

De todas formas, por muy llena que estuviese, llevaríamos los carros igual. Nos importa una mierda la opinión de la gente, y más si son desconocidos que no saben nada de nosotros. Bueno, tan solo verían que somos unos locos, nada más.

 * * *

Tras encontrar un supermercado y llevarnos cuatro carros sin problema alguno, nos trasladamos a una zona residencial donde no hay mucho tráfico. Está repleta de casas amarillas y blancas, con enormes jardines bien cuidados.

Sin pensármelo dos veces, me subo al carro, muerto de ganas de probar esta ‘’nueva’’ velocidad.

 -          ¿Puedo montarme contigo?

Mónica no parece aceptar un ‘’no’’ por respuesta, por lo que asiento y dejo un poco de espacio entre ella y yo. Entra con agilidad y se coloca frente a mí, lanzándome una mirada atrevida. Se la devuelvo sin mucha convicción. Sus piernas rozan las mías y estamos demasiado cerca.

Àlex se acerca a nuestro carro y lo agarra por los extremos. Ríe unos segundos. Por último impulsa con energía y nos vemos lanzados hacia delante.

Mónica sigue sonriendo como si tal cosa no le diera miedo, al igual que yo. Más bien, ella y yo somos semejantes. Nos encanta el riesgo, vamos a nuestra bola y nos da igual la opinión de las demás personas.

El carro se eleva y Mónica cae contra mi, cuerpo con cuerpo. La sujeto por los brazos y sonrío cuando ella me mira a los ojos. Entonces se lanza.

Sus labios atrapan los míos en un abrir y cerrar de ojos. Es como si ya lo tuviese planeada mucho antes de vernos. Mi mente se queda en blanco a la vez que mis labios siguen el movimiento de los suyos. Cada beso es más fuerte y cada caricia llega más lejos.

Hace un rato que el carro ha dejado de moverse, puesto que han preferido dejarnos solos. Y así es.

Trato de no pensar y solo actuar. Tan solo son besos sin sentimiento, no le estoy poniendo los cuernos a Saray.

Recuerdo a Saray. Su forma de mirarme, sonreír, hablar, hacerme sentir que puedo ser algo en esta vida. Cada beso que me da me hace sentir vivo y nuevo. No necesito fingir que estoy ‘’soltero’’ por así decirlo.

 -          Saray… - murmullo sin darme cuenta en los labios de Mónica.

-          ¿Saray? – se separa malhumorada.

Suspiro y de un simple salto estoy fuera del carro, dejándola sola allí dentro. Diviso a los demás a unos metros bastante lejos de los otros.

Al verme se intercambian miradas, en plan: ‘’ ¿Ya han follado?’’. Le hago una mueca a Àlex al pasar por su lado y este me sigue. Nuestras indirectas para hablar se basan en muecas.

 -          ¿Qué ha pasado? – pregunta sin comprender nada.

-          No pienso hacer nada con Mónica, primero de todo porque no me gusta.

-          ¿Y qué? ¡Está buenísima!

-          Àlex – suspiro – estoy empezando algo con Saray. ¿La recuerdas?

Se queda boquiabierto, analizando mis palabras. Es la primera vez que le digo que estoy intentando tener algo serio con una chica. De todos mis amigos, yo soy el único que nunca ha tenido una relación seria en su vida, claramente, esto es una gran sorpresa.

 -          ¿Es coña? – sonríe.

-          No, no es coña… me gusta Saray.

Para mi sorpresa, me abraza riendo. Le devuelvo el abrazo con alivio.

-          ¡Ya era hora de que probaras el amor? – hace gesto de vomitar por la cursilería que acaba de decir y río.

-          Tampoco sé que tipo de relación es… pero tío, me gusta mucho.

-          Va hombre, en nada los dos sabréis si congeniáis o no.

Asiento y con otro pequeño abrazo volvemos con los demás. Mónica esta entre ellos y parece muy enfadada. Al verme, cruza los brazos y me lanza una mirada llena de odio.

No me importa su mirada, ella no me importa.

 -          ¡¿Por qué me has dejado con las ganas?! – exclama delante de todos.

-          No me gustas.

-          ¿Eres gilipollas? ¡Llevamos meses tonteando!

-          Mónica, lo siento si te hiciste ilusiones, pero no me gustas tú.

-          ¿Cómo que ‘’no me gustas tú’’?

Sonrío para mí y me encojo de hombros. Saco un cigarrillo y lo empiezo a fumar con ganas. Un día juro que dejaré este vicio.

La cara de una persona en especial pasa por mi cabeza y sonrío torcidamente. Necesito verla. Ahora. 

No te alejes de mi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora