Despedidas

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- Tengo que comentaros un par de cosas sobre la misión que se han complicado.

- Genial, no voy a poder comerme ni el boniato tranquilo.

Era la hora de cenar, los cuatro —padre, madre y ambos hijos— se encontraban sentados a la mesa, y Raoul estaba de un humor de perros. Su hermano le ignoró, acostumbrado ya a su actitud huraña el día de antes de su marcha, y continuó hablando con la cabeza gacha.

- Aún quedan comandos fundamentalistas residuales en la zona que bordea el campamento. El otro día predijeron un ataque y fue desastroso para el ejército. Suponemos que han conseguido interceptar nuestras comunicaciones, así que vamos a tener difícil lo de contactar por teléfono.

Su madre hizo una mueca de resignación, fácilmente confundible con dolor. Por el rabillo del ojo, pudo ver como su padre le apretaba la mano por debajo de la mesa. Álvaro se mantuvo cabizbajo, meneando la comida en el plato mientras esperaba la reacción de quienes eran sus seres más queridos. Por el contrario, la sala se sumió en un silencio aplastante.

Un silencio que Raoul tardó pocos segundos en romper.

- ¿Y qué más da? ¿Qué van a conseguir de vuestros móviles? No digáis nada importante sobre la misión y punto.

- No es tan sencillo. A estas alturas deberías saber ya que tenemos absolutamente prohibida la utilización de dispositivos personales.

- Sois el puto ejército —su madre le fulminó con la mirada—. ¿En serio no podéis ni evitar eso? Pues en buenas manos...

- Un único teléfono para casi 150 personas es más fácil de detectar de lo que crees —le interrumpió, visiblemente enfadado por la cabezonería de su hermano—. Además, ¿qué coño te importa? Nunca antes te habías puesto así.

- Porque me estás diciendo que os vais a una zona de peligro llena de terroristas, ¿tal vez?

- ¿Os vais? — Álvaro arqueó una ceja.

- Veo que me estás tomando muy en serio, gracias hermanazo —Raoul tiró los cubiertos de mala manera sobre su plato, aún sin terminar. No se había dado cuenta de que había estado sujetándolos con fuerza durante toda la discusión, sus nudillos todavía blancos cuando apoyó las manos en la mesa para impulsarse de la silla—. Vete a la mierda.

Escuchó a su padre ordenarle que volviera a la mesa inmediatamente y a su hermano añadir "déjalo, que está más gilipollas que nunca últimamente" mientras se alejaba por el pasillo. Se encerró en su habitación y cogió el móvil de donde lo había dejado cargando antes de irse a cenar.

Abrió whatsapp dejándose caer en la cama e hizo lo que sabía que no debía hacer, pero que iba a hacer igualmente porque él era Raoul Vázquez y, otra cosa no, pero pasional era mucho, y dejarse llevar por el calentón del momento se le daba fenomenal. Volcó su furia en el inocente.

"¿Cuándo tenías pensado decirme que no íbamos a poder comunicarnos en tres meses?", tecleó.

EpistolarWhere stories live. Discover now