La llamada

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Fue un sábado a mediodía, mientras Raoul y su madre preparaban el almuerzo juntos, cuando sonó el teléfono.

- Cariño, cógelo tú. Que tengo las manos llenas de pescado.

Raoul soltó el cuchillo con el que estaba troceando cebolla y se limpió las manos en el pantalón de chándal que utilizaba para estar por casa.

Se acercó al aparato y descolgó la llamada sin reconocer el número.

- ¿Dígame?

- Buenas tardes, ¿domicilio Vázquez? —respondió una voz que no supo identificar.

- Sí, ¿con quién hablo?

- ¿Es usted familiar de Alvaro Vázquez? —siguió hablando el desconocido, ignorando su pregunta.

Es difícil explicar lo que a uno se le llega a pasar por la mente cuando un ser querido está lejos, apenas en contacto con casa, en una zona donde su vida corre peligro. Cada hora, cada minuto, cada segundo, ocurren cosas que se escapan para Raoul y su familia.

Por eso, lo normal es desconectar sin llegar a terminar de hacerlo. Y sobre todo no pensar. No intentar saber. Contar con que todo está bien.

Así fue como Raoul consiguió tomar aire, apartar la sensación de pánico que se instaló inmediatamente en su pecho, y preguntar con la voz más serena que encontró dentro de sí mismo:

- Soy su hermano. ¿Qué ocurre? —su madre, que había permanecido todo ese tiempo inalterada detrás de la encimera, se acercó a él rápidamente tras escuchar la mención a su hijo mayor. "¿Quién es?", le preguntó en un movimiento de labios.

- Lamento comunicarle que ha ocurrido un accidente.

Aquel día había amanecido bueno después de una insufrible semana de días nublados y lluvias intermitentes. El sol abrazaba el horizonte de Barcelona y la pequeña subida de las temperaturas permitía estar agradablemente en manga corta.

En el jardín de al lado, sus vecinos pequeños habían pasado la mañana jugando a la pelota, embarcando el balón en su porche alguna que otra vez.

Su primo Sam había aprovechado el respiro primaveral, indicando que el verano estaba ya a la vuelta de la esquina, para pasear por la Barceloneta en skate. Llevaba unos meses convencido de que aquello era lo suyo y se había dedicado a comprarse todo el catálogo de gorras de inditex para "disfrazarse de skater", que era lo que Raoul le decía cuando quería hacerle rabiar.

Su padre llevaba, desde bien temprano, jugando a pádel con algunos colegas del trabajo

Sus amigos le habían avisado para echar un partido de fútbol en el polideportivo del barrio.

Al fin y al cabo, fue un sábado a mediodía, mientras la vida seguía, cuando el mundo se desplomó a los pies de Raoul.

EpistolarWhere stories live. Discover now