El recuerdo de un nombre - Parte 1

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PRINCIPIO BÁSICO PARA MANDARLO TODO A LA MIERDA 5: 

pese a todo, recuerda a los que estuvieron "ahí".



Anoto en mi pequeña libreta rosa los puntos a tratar en el documental del hogar. Desde el origen, la misión, hasta los planes a futuro. Cada mínimo detalle es importante —según el profesor— para hablar en el documental.

Me gusta que todo salga de acuerdo con mis planes. Perfección es una palabra que intento reflejar siempre. Con tan mala fama entre los estudiantes, necesito compensar mi espantosa situación sacando buenas notas. Lamentablemente, cada esfuerzo que hago es manchado con algún comentario desdeñoso sobre haberme acostado con los profesores a cambio de un subidón.

A veces creo que no debería esforzarme tanto, dejar las cosas como lleguen; pero mi deseo por demostrar que se equivocan se enaltece frente a los malos comentarios. No puedo evitarlo, me gusta tener la última palabra o quedo con la conciencia intranquila.

Ayer me pasó.

Estaba yo tan campante en mi casa esperando que Mildred me enviara el número correcto de Kyle Randall cuando me llegó una pregunta del número con quien me había equivocado.

«¿Cuánto?», decía. Le pregunté a qué se refería y contestó con una pregunta: «¿Cuánto me cobrarías por enviarme fotos como las de antes?»

De ahí supe que estaba jugando conmigo y la sangre me hirvió. Ojalá hubiese podido decirle unas cuántas cosas más, pero terminé bloqueada.

Maldito.

Sin darme cuenta he estado haciendo nubes de rayones sobre la libreta. Quito la hoja, la arrugo y la tiro hacia el bote de basura como si lanzara a la canasta de básquet. La bola de papel rebota cayendo junto a unas zapatillas sucias.

Levanto mi cabeza para disculparme y encuentro a Felix con su expresión seria bajando la mirada para barrer la bola de papel. De manera instantánea, mi corazón da un vuelco en sintonía a la electricidad que recorre mi cuerpo. Jamás voy a acostumbrarme a verlo con overol. O barriendo...

Basta, tengo que dejar de lado mi parte blanda. Hay una cosa grave que amonestar. Y es que podrá gustarme mucho Felix Frederick, podré defenderlo a capa y espada por internet, pero no puedo olvidar lo que le hizo a Katrina.

—Tú. —Lo señalo. Su semblante es imperturbable mientras me acerco; lo único diferente es que enarca una ceja—. ¿Cómo te atreviste a plantar a Katrina? ¿Sabes cuánto papel higiénico me hizo gastar porque no dejaba de llorar? Y con lo caro que está... —Ah, me estoy yendo por las ramas—. No, no, peor que eso, ¡la ilusionaste! Hiciste llorar a mi pobre Katrina. La humillaste. Tú pudiste haber cancelado la cita, llamarla, decirle: "oye, no te arregles, no iré". Discúlpate.

Parece que procesar mis palabras le lleva tiempo.

—Hoy me disculparé con ella. En persona.

Haciendo un ademán de marcharse, tengo que posicionarme junto a él para contraponerme a sus palabras.

—Oh, muñeco, ella no quiere verte. Faltó; y lo más seguro es que falte toda la semana. Felicidades, la cagaste.

Se detiene.

—Entonces dile que no pude ir. No lo hacía por las razones apropiadas.

Su voz disminuye de volumen y baja la cabeza un momento. Parece acongojado. Sí, podría reconocer esa expresión sin problemas. Quizás fui demasiado dura.

FelixWhere stories live. Discover now