Citas rápidas - Parte 1

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—Eres un grandísimo idiota.

Es la primera vez que recibo tantos insultos provenientes de Joseff Martin, el chico puritano que jamás dice alguna grosería. Algo demasiado grande y patoso debí cometer, pero insiste en que es mejor guardar silencio. Yo le he dicho que no puede decirme las cosas a medias, que su llamada ha sido un indicativo extraño sobre sus sentires respecto a Hell. Una vez más, me llamó idiota y dijo que no entiendo una mierda (sin la palabra «mierda» de por medio).

—Hace unas semanas me decías que buscara a alguien porque estoy muy solo, ahora que te pido ayuda me tratas así.

En definitiva, Martin es difícil de entender.

De manera rápida gira como un trompo sobre mi cama, apoya sus codos sobre la misma y levanta la cabeza, haciendo un esfuerzo (casi) sobrehumano para mirarme de pie y no arrugar el cómic que trae entre manos. Él no tiene escrúpulos ni vergüenza alguna, siempre que viene a mi habitación se echa sobre la cama o toma lo que no debe. Al comienzo me molestaba, luego entendí que recriminarle sería un malgasto de saliva.

Enarco una ceja ante su contemplación y silencio.

—Veo que los papeles se han cambiado —articula con palabras frías una vez descubre que no estoy dispuesto a dar mi brazo a torcer—, creí que era yo el ingenuo de la relación.

—Lo dices como si saliéramos.

—Sobre salir se trata esto. —Cual niño pequeño, Martin no puede estar quieto durante mucho tiempo, por eso se vuelve a acomodar sobre mi cama. Esta vez se sienta y deja su cómic a un lado—. No diré más porque espero que tú te des cuenta de lo que te pierdes.

—Ahora suenas como un novio despechado.

—Más que eso, estoy muerto de envidia —confiesa tras encogerse de hombros—. Si no te das cuenta de las cosas deprisa tal vez yo me lleve la delantera. —Se echa a reír abrazándose el estómago. Yo sigo buscando la gracia en sus palabras y lo que quiere decirme desde que me llamó ayer—. Nah, no haría eso jamás. Y si pasara, seguro me haría a un lado. Aunque por el otro lado..., yo también estoy solito ahora.

Quiero decirle que nunca estuvo formalmente con alguien, pero sé que ese no es un asunto que le guste tratar. Tampoco me incumbe.

Mastico sus palabras e intento digerirlas llegando a una conclusión.

—Entonces ¿hablas de fijarnos en la misma chica?

—Hablo de la chica —remarca. Sus cejas se han arqueado al pronunciar cada una de sus aniñadas palabras.

—Creí que no me acompañarías al evento de citas.

Sí. Cuando le mencioné por el chat que la aplicación Make My Date tiene un evento de citas invité a Martin para no ir solo, pero él se negó rotundamente. Dijo, tras una banda de mensajes, que no me acompañaría y que mejor no fuera. Luego preguntó dónde estaba y que me vendría a ver. Por un instante olvidaba cómo y por qué llegó aquí.

Martin agita sus manos en una contención furiosa de querer liquidarme como a uno de los villanos de sus historietas.

—¿Estás en negación o algo por el estilo? —pregunta todo exasperado— Con «la chica» hablo de Hell. H-E-L-L.

—Gracias por deletrear su nombre, no sabía cómo se escribía. ¿Qué ocurre con ella? ¿Te gusta?

—Sí, bastante.

Esa es una confesión que no me esperaba.

—No de la forma en que seguro estás pensando —continúa—. La encuentro linda, inteligente, con un aspecto misterioso y atrevida. Es la clase de chica que no pasa desapercibida. Recuerdo haberte dicho que me parecía familiar, y es porque más de alguna vez la vi en la universidad. Obvio, alguien como ella jamás podría poner un ojo en mí. De hecho, si no fuera por... —Se silencia y aprieta sus labios. Joseff "Lengua Larga" Martin parece estar haciendo un gran esfuerzo por guardar un secreto. Esto es impresionante, digno de ser grabado— Si no fuera por un asuntillo que ocurrió ayer, ella y yo jamás hubiésemos hablado.

¿Jamás? Creí que ellos se conocían desde antes.

Otra vez, eso no es de mi incumbencia.

—Suenas como un completo enamorado —digo sin ánimos de indagar más—. Suerte con ella.

—Y tú suerte con tu tonto evento de citas.

Eso suena como una despedida. En lugar de marcharse, se echa hacia atrás y continúa con su lectura.


~


Sábado por la tarde. El día llora y yo hago lo imposible por mantenerme bajo lo que queda del tejado del paradero para no mojarme. La calle es gris. El mal tiempo ha alejado a las personas, la soledad en que me encuentro lo demuestra. Es, sin lugar a dudas, el peor día para un evento de citas.

Llevo repitiéndome desde mi salida que este es un acto en contra de mi naturaleza y que hay mejores sitios donde conocer a alguien. No lo puedo negar, una persona relativamente normal conoce a su pareja en otros lugares, no en citas rápidas. Pero aún consciente de esto, cuando llega el bus, no dudo en subirme y dirigirme a un último asiento en compañía de mis audífonos.

Me bajo en la calle anunciada por el evento de la aplicación. La lluvia ha parado, el viento ya no estremece los árboles, y, sin embargo, siento un escalofrío recorrer mi espalda.

Llego al edificio 715. La sala de eventos tiene una pancarta en la entrada llena de corazones con el logo respectivo de Make My Date. Un contraste absurdo de lo romántico y alegre con el día y mi estado de ánimo.

Es aquí.

Abro la puerta y entro. Una muchedumbre de personas se encuentra repartida en la sala principal, donde una pancarta pequeña, globos de tonalidades rojas y una mesa de cóctel amasan a los participantes.

Una mujer rubia, con una credencial que dice "Empleada de MMD", se presenta y nos agradece por asistir.

—Las citas rápidas consisten en citas que no duran más de 15 minutos —explica tras una subliminal felación a su empresa—. ¿Cómo serán? Nos dirigiremos a la siguiente sala, donde verán mesas para dos. Cada 10 minutos tocaré una trompeta y los hombres se moverán a la mesa de su derecha. Si logran tener un acercamiento, pueden retirarse sin problemas; aunque yo les recomiendo que se queden para el cóctel.

Risas. 

¿De qué se ríen?

—Bien, pasemos a la sala.

Con pasos lentos, cruzamos por una puerta hacia una sala más espaciosa y llena de mesas pequeñas. Algunos entusiastas se sientan sin problemas; otros lo dudan. Yo estoy a centímetros del umbral, preguntándome qué estoy haciendo en un lugar así.

Con movimientos lentos avanzo hacia la última mesa, donde una chica me espera. 

Me siento y quedo en silencio.

FelixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora