Deber y querer - Parte 1

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El hogar está más bullicioso. Niños corren de lado a lado cargando serpentina y objetos decorativos, los cuales ignoran las advertencias de sus profesores sobre los riesgos de andar así. Suena música por los pasillos y en las paredes cuelgan dibujos con trazos torpes. Pese a que Halloween nos toca los talones, parece que aquí, en el hogar, los chicos tienen otro tipo de celebración.

Yo lo único que puedo celebrar es que me queda un día menos de castigo, porque seremos los encargados del aseo quienes limpiarán tanto alboroto.

No tuve necesidad de preguntar a qué se debía, los comentarios chillones de los niños me hicieron saber que un grupo de entretenimiento infantil viene a verlos. Según escuché, le llaman «Evento Persona». Y entre tanta alegría infantil, estoy yo tratando de barrer un grupo de serpentinas llenas de polvo y brillantina.

—No-señor de la escoba, ¿por qué barre?

La niña Bella está a mi lado con una de sus amigas. Sus ojos me observan curiosos y llenos de una chispa inocente.

—Porque es mi trabajo.

Es su compañera la que se echa a reír emitiendo un salivoso sonido con los labios.

—¿No debería barrer después del evento?

Eso suena razonable, pero yo tengo una respuesta mejor.

—Así aligero el trabajo.

—Ah... —Ambas niñas se quedan con la boca abierta. Es Bella quien toma la palabra—: ¿Sabe que después de este evento todos debemos ayudar a limpiar?

—No.

—Es por educación... o algo así dijo la maestra Gretzel. —Se encoge de hombros—. ¿Verdad?

Su amiga asiente y responde:

—Toooodos debemos ayudar en las fiestas.

—Felicidades. Ahora permítanme ayudar a mí.

Vuelvo a barrer la montonera de papeles y acomodo la pala para recogerlos, pero una montonera de niños corriendo los vuelve a regar por el pasillo. No me queda de otra que barrer nuevamente. Pero mi acción se ve interrumpida por un tímido jalón de mangas.

—¿Señor, verá la función de títeres? Habrá una actuación al final del festival con muuuchas personas. Ellas se meten dentro de una caja y mueven los títeres...

—Sé de qué hablas —zanjo antes de que Bella siga haciendo gestos extraños con su mano.

—¡Todos van a ver el espectáculo! Tiene que ir. Será en el comedor.

Sus ojos se ven tan brillantes que parece unos dibujos animados de la televisión japonesa. Ella está buscando una respuesta positiva, pero no tengo intenciones de enterrarme en una sala llena de niños y cuentos absurdos.

No puedo decirle eso a una niña.

—Me lo pensaré.

Hace un gesto de exclamación y aplaude dando saltitos.

—Nos vemos allá, yo misma le reservaré un lugar.

Las niñas se marchan por el pasillo con sus manos alzadas a modo de despedida. Las sigo con la mirada hasta que en medio de su torpeza —propia de la edad— chocan con el Padre Lucas, quien parece advertirles que tengan cuidado. Al lado de él está el trío de universitarios haciendo el documental. El intercambio de palabras que hay entre ellos es serio, aunque son interrumpidos y se echan a reír. Hell está allí; con su cabello rubio recogido en una coleta poco modesta, de brazos cruzados y mirando al cura como si quisiera matarlo. Su semblante es diferente al que tenía el fin de semana en las citas rápidas.

FelixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora