Huir - Parte 1

31K 4.9K 3.4K
                                    

La noche es fría y larga. Los signos de un pronto invierno golpean mi rostro con un viento afilado y se sumergen por los huecos que mi bufanda no ha podido cubrir. Con cada paso que damos, las hojas secas se aplastan bajo nuestros zapatos y crujen con fuerza. Como la calle es silenciosa puedo escucharlo, así como el tarareo de la canción que emite Hell.

Escucharla recitando una canción sin sentido me hace creer que tiene un rasgo infantil. Y si lo medito con cuidado basándome en sus acciones, creo que en cierto punto lo es. Me recuerda a un personaje de televisión, la protagonista de una serie cómica de algún canal TV barato. Pero luego está su lado opuesto, el personaje caracterizado bajo su peluca oscura y el pintalabios rojo. Sus dos caras de la moneda, pero ¿qué hay del borde? Por mucho que demuestre lo que quiere que veamos, me intriga saber quién es la verdadera Hell.

Supongo que ahí está su atractivo.

—¿A dónde vas?

Ha dejado de tararear para hacerme esa pregunta.

—No quiero ir a casa.

—¿Y me sigues porque quieres ir a la mía?

En lugar de esbozar una sonrisa, lo que obtengo es un ceño fruncido.

—¿Es una pregunta capciosa?

—No en realidad. Mi casa es fea y mi barrio da asco. Y puedes dejar de hacerme preguntas así, ¿ya? Me gustas y todo, pero pensar en la idea de tener algo contigo se me hace... raro.

—¿Por qué?

—Porque todo este tiempo me resultaste como un amor platónico. Es como si viviera mi propio fanfic adolescente, con rayita y todo. Todavía digiero el beso que me diste.

Lo dice muy seria, con el entrecejo arrugado y el mismo mal humor con el que comentaba lo mucho que le molestaban los del grupo de apoyo.

Si tengo que dar alguna explicación concisa de los motivos del beso, entonces tendría que tomarme un tiempo largo para no responderle con otro «no sé». El haberme propuesto hacer cosas que antes no hacía, cambiar la perspectiva de mi vida, está compuesto de muchas inseguridades. Sin embargo, si busco algo a lo que aferrarme, debo decir que quería hacerlo. ¿Si lo hice porque me gusta? Esa es una pregunta en la que debo incursionar con profundidad. A estas alturas, y después de la fallida búsqueda en las citas rápidas, creo que prefiero seguir profundizando en la perspectiva que tengo yo de mí.

En plena calle, a pocos pasos del paradero, su celular vuelve a sonar.

Se detiene y mira la pantalla; yo hago lo mismo notando que no resalta ningún insulto en el nombre entrante, sino el nombre de una chica.

—Es mi compañera de piso —informa con extrañeza. Al responder, gritos desesperados rebotan por el ambiente—. Cálmate, por Dios, no puedo entenderte nada... ¿Volvió? ¿Dónde estás? Respira, no puedo entenderte nada... ¿Llamaste a alguien? —Hay una extensa explicación, la cual no logro entender del todo—. Ya, ya, yo te creo, pero debes calmarte. Iré para allá ahora mismo.

Finaliza la llamada.

—Es mi compañera de piso —vuelve a decirme, sin haberse percatado de que ya dio esa información. Su voz suena insegura—. Su exnovio demente la amenazó, y la estúpida tiene miedo de llamar otra vez a la policía.

Se toma la cabeza y avanza hacia el paradero. Yo camino hacia ella con el paso más lento, pero debo detenerme. Gira sobre su propio eje y regresa conmigo.

—Dame tu celular —ordena con la mano estirada. Sus uñas largas y brillan bajo la dócil luz nocturna.

—¿Para qué?

FelixWhere stories live. Discover now