Capítulo XVII - Capítulo especial «Astro»

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Semanas atrás.

Percibo que me han arrastrado por todo un camino, ni tuvieron la sutileza de alzarme con algún aparato habitual de esta época. Aunque, ¿qué puedo esperar de unos secuestradores? Quién sabe lo que le hicieron a mi auto, para que me echara ese gas y quedara inmovilizado. Cada vez estoy más lúcido, pero sigo paralizado, no puedo mover ni un músculo, entonces cuando creo que comienzo a tener dominio de mi cuerpo, abro los ojos.

¿Para qué? Los tenía mejor cerrados.

Es el subterráneo de HimnoVida, aquí habitan los rebeldes, aunque eso no sería lo peor. Este es el gran contenedor de basura, destruye todo a su paso y obviamente no puedo huir, la movilidad en mi cuerpo es escasa.

Voy a morir.

La máquina avanza dirigiendo mi cuerpo hasta los láseres como si fuera un pedazo de basura. Mi cuerpo se traslada junto a los residuos y no puedo hacer nada para detenerlo.

Me estremezco cuando visualizo a un monstruo saltar sobre la maquinaria. No tiene ojos, pero sí unos grandes colmillos. El bicho de cuatro patas destruye unos cables, entonces la tecnología se vuelve loca y me revolea para cualquier parte. Mi cabeza choca contra un caño, así que de nuevo pierdo el conocimiento.

~~~

Abro los ojos, confundido, hay gente discutiendo. Toco mi cabeza, tengo una venda en esta. Da un giro completo a través de mi pelo castaño. Ando algo aturdido, pero me siento y veo mejor a los presentes. Son individuos extraños, no parecen humanos.

—Siento lo del golpe —aclara uno que tiene una nariz enorme—. Curro se excedió demasiado. —Señala a un... ¿animal?

—¿Curro? —expreso confuso.

—Sí, detuvo la máquina, pero te dio un golpazo.

—¿Qué máquina? —Me toco la cabeza—. ¿Quién eres? ¿Te conozco?

—Soy Yoloh, pero no, jamás nos habíamos visto.

—Quizás es amnesia. —Entra un hombre con una bata, calculo que es el doctor—. No podemos hacer mucho.

—¿Entonces salvé a un tipo inservible, Dore? —Se indigna.

—No creo que no tener memoria sea un problema —explica, luego me observa—. Joven ¿Qué es lo que recuerdas?

—Fragmentos, un ataque. —Frunzo el ceño—. Alguien quiso matarme.

—Eso es obvio —se burla el tal Yoloh.

—¿Acaso ustedes son monstruos? —consulto y se ríen, hasta el bicho se carcajea, así que me doy cuenta que no es solo un animal.

—No, somos malformaciones de la mezcla de algún extraterrestre, al menos así nos llaman en la superficie. Bienvenido al subterráneo, donde las reglas de HimnoVida no aplican, por lo tanto si te quieres revolcar con algún alien, tienes todo el derecho de probar y crear abominaciones como nosotros. Aunque también existe gente como Dore. —Señala al doctor—. Humanos exiliados de la superficie que les gusta luchar por causas justas, pero perdidas.

—Una causa... —Me lo pienso—. Yo estaba ayudando a alguien en una revolución. —Recuerdo.

—Vaya, tú y el Dore tienen algo en común. —Mira al médico—. Este te sirve más a ti que a mí, sería bueno que lo integres a tu séquito —se burla.

El hombre de bata me ofrece su mano y dice:

—Yoloh tiene razón, ¿me quieres ayudar?

—De todos modos no me acuerdo de nada, así que... —Acepto su gesto—. Si debo averiguar sobre una causa, será bueno meterme en otra, quizás así recuerde.

Actualidad.

Corro con Dore a través de los edificios. Ha saltado una alarma y quieren culparnos a nosotros. Y claro, como solo nos dejan salir en las noches a la superficie, sería impensado no responsabilizarnos, incluso aunque no sea verdad.

El gran fuego se expande por todos lados, así que tomaremos lo necesario y nos iremos. Pues si van a acusarnos de algo, mejor que sea real, por tanto, sí nos echaremos la culpa, aprovechándonos de la situación. Después de todo, así son los rebeldes, o lo que la superficie quiere hacerles creer a los civiles.

Rompo un vidrio y tomo suministros. De repente, entre todas las llamas, veo a una chica en el suelo, sus venas están brillando de un color azul fluorescente. Creo que es lo más cercano a lo que haya visto a una mujer humana. Por alguna razón que desconozco, parece que está sufriendo y no es por culpa del fuego.

—Hey, hay alguien ahí dentro —le aclaro a Dore.

—Está brillando, no la toques —responde el médico.

—Quizás tiene algo contagioso —se burla Yoloh.

Imbécil.

—Hay que sacarla de aquí —ofrezco.

—Astro, no tenemos tiempo para eso, nos acaban de culpar sobre esa explosión.

Sí, como siempre, ¿pero es que este no tiene corazón?

—Somos rebeldes, no desalmados.

La chica abre los ojos, entonces de sus débiles y vulnerables labios menciona mi nombre.

—Astro.

Una sensación extraña llega hasta mí. No pierdo tiempo, la levanto y salgo corriendo. Yoloh me grita, pero sigo avanzando, no me importa nada. Hay algo que me está diciendo que debo sacarla de aquí y no es mi moral ni algo por el estilo, pues de esa me queda poca desde que me uní a los rebeldes. Estoy casi seguro de que tiene que ver con mi memoria.

 Estoy casi seguro de que tiene que ver con mi memoria

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AsunsethWhere stories live. Discover now