Capitulo 11

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Sus dedos estaban entumecidos, enrojecidos desde la punta y sensibles al tacto luego de tantas horas de labor; pero, Neteyam no podia estar mas satisfecho con su trabajo.

Había aprendido mucho desde que llegó con los tejedores, esa mañana temprano. Eran amables personas que, luego de dejar de lado su resiliencia hacia su persona, cuando vieron lo rápido que adquiría conocimiento, se turnaron para enseñarle las diferentes matras del hilado metkayina. Por ejemplo, centrándose en la pronta época de nacimientos de los bebés, aprendió que, a diferencia de los na'vis del bosque, ellos nacían debajo del agua y subían hasta dar su primer soplo de aire. Y luego, eran envueltos en los tejidos hechos a mano con los hilos más finos que había visto jamás. Cuando Rena levantó la mano y mostró sus dedos, creyó que le estaban tomando el pelo, porque no había nada allí, pero al agudizar la mirada se dio cuenta de que los hilos eran tan finos que apenas podía verlos. No creía que algo así pudiera tejerse a mano. Pero si, principalmente los ancianos, lo sorprendieron con su agilidad manual, al manejar un ganchillo y sus dedos para crear un telar con ese material.

"Este hilo es solo para los bebés, es muy raro de conseguir, pues nace de un árbol que crece una vez por año. Es lo más suave que existe en todo el arrecife, y es lo primero en tocar las pieles de nuestros hijos al nacer"

"Parecen telarañas" dijo pasando su dedo con suavidad por el fino hilo.

Rena le sonrió al responder "Oh, pero te aseguro que no hay hilo más fuerte que este. Por eso es tan codiciado"

Lo llamaban el hilo corazón, en honor a la creencia del pueblo de que las personas son unidas por un hilo resistente e invisible desde el fondo de su corazón. Solo cuchillos hechos con piedras preciosas podrían cortarlo. Un manto hecho con mil hilos de corazón, tenía lógica que fuera para los recién nacidos, ya que su hilado recién comenzaba. Así como el cordón musical Na'vi, que reemplazaba el cordón umbilical de su madre, este manto representaba la red del mundo en la que el niño se vería envuelto. El manto sería bendecido por la Tsahik, personalmente para cada nacimiento, y luego envolvería al niño para luego ser depositado en brazos de su madre, quienes los arrullarían con las canciones del agua, dando la bienvenida al pequeño ser a este mundo.

"Es una época gloriosa para nosotros" suspiró Rena, podía verlo a la cara y charlar sin prestar atención a su tarea, puesto que lo hacia de forma natural, luego de tantos años "El amor de la gran madre llega a nosotros cuando nuestros hijos llegan a este mundo. La vida corre como el agua de los ríos, de las cascadas y de las olas del mar"

Mientras decía esto, levantó sus dedos y comenzó a hacer movimientos con los hilos, haciendo que la tela bailara al son de sus palabras.

"El camino del agua comenzó en nuestros ancestros, sigue a través de nosotros, y continuarán en la sangre que corre en las venas de nuestros hijos, de nuestros nietos, como ríos de bendición sin fin"

Y con un movimiento audaz del ganchillo cerró el telar.

"Los Metkayina tenemos un dicho, Neteyam" tomó el cuchillo con relevancia, susurrando las palabras mientras lo cortaba "Toda vida es bienvenida."

Aquella frase resonó en su interior, haciendo eco como un suave canto, hasta que no pudo evitar preguntar:

"¿Toda?" Pensó en un futuro, lejano y remoto, dónde una vida podría crecer en su interior "¿Sin importar de dónde provenga?"

Rena lo miró como si fuera una cría ingenua, haciendo una pregunta tonta. Tomó sus manos y depósito en ellas el telar, para que lo viera de cerca.

"Toda, hijo del bosque. Toda vida es bienvenida"

Te veo, hijo del agua.Where stories live. Discover now