Capítulo 20

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Aviso: Durante este capítulo la música va a tener un papel muy importante. Como siempre, en los comentarios voy a dejar las canciones de cada momento. Pero en aquellos párrafos donde vean este signo: *, es sumamente importante que escuchen la canción indicada en el primer comentario.

No hay advertencias hoy, solo que ¡VOLVIMOS A ROMPER RECORD! Ante ustedes, 48 mil palabras. Lean despacio y disfruten cada parte. 

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"Y aquellos que fueron vistos bailando, fueron considerados locos por quienes no podían escuchar la música".

Friedrich Nietzsche


Su andar era ameno, casi perezoso. No tenían prisa, nadie los corría.

Los últimos rayos de sol en el horizonte se colaban como peces juguetones por cada pequeño orificio que había en la aldea, como si se tratara de una inmensa red, desde los árboles, las paredes hechas de tela, hasta llegar a su piel. Era como un cálido abrazo de despedida que el inmenso astro les daba a los hijos del agua, prometiéndoles que regresaría al día siguiente.

Pero en esos momentos, el sol no era la única estrella de inconmensurable brillo que brindaba calidez en la piel del hijo metkayina.

La cabeza de Neteyam era un peso reconfortable sobre su hombro y, junto con sus brazos envueltos en el suyo, eran como una red de rayos de sol envolviéndolo. No había pronunciado una sola palabra más desde su pequeño intercambio sobre la nueva hija metkayina nacida; pero, como siempre, los silencios compartidos con el chico estaban muy lejos de ser incomodos.

Era como si su sola presencia se amoldara a la suya y la suya a la de él, y ambos convivieran en un espacio infinito de existencia donde las palabras carecían de sentido.

El único sonido audible era la voz de la pequeña Tuktirey, quien no había parado de parlotear desde que emprendieron su camino de regreso. Habló de las tareas que realizó hoy, de lo que jugó con sus amigos, y de lo que quería hacer al día siguiente. Una parte de él, la de guía encargado de la enseñanza, sentía algo muy parecido al orgullo, al escuchar como había logrado su adaptación con los otros niños metkayinas. Recordaba cuando en sus primeras clases, la emoción por una niña extranjera había distraído tanto a los niños que fue casi imposible avanzar, y comenzar un aprendizaje desde cero también había sido una tarea titánica. Pero finalmente ese obstáculo había sido superado, y Tuk finalmente parecía a gusto con su pueblo.

Ella no se había soltado de su mano desde que se convirtió en su escolta, por lo que, en esos momentos, su brazo era agitado de arriba y abajo mientras ella avanzaba en pequeños saltos.

"¿Enana, no te cansas?" sabía que su respuesta era negativa. Había aprendido por las malas que la energía de los pequeños era mil veces más potente que la de los adultos. Lo cual era injusto.

"¿De qué?" lo miró curiosa, sus inmensos ojos amarillos parpadeando mientras dirigía su mirada hacia él.

"De estar todo el día como un pez Rin" se mofó.

La curiosidad paso a ser confusión "¿Qué es eso?"

"Son pequeños peces que habitan más allá del arrecife, y los más saltarines de todo el mar" explicó "No viven a gran profundidad bajo el agua, si no que habitan sobre superficies bajas"

"¡Oh! Suenan increíbles" y para realzar su emoción, comenzó a saltar de nuevo.

Dejó escapar un suspiro exasperado "Me rindo"

Te veo, hijo del agua.Where stories live. Discover now