Capitulo 17

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Advertencia: Rompimos el récord, con más de 30 mil palabras. Este capítulo contiene leves ataques de ansiedad, confrontación de traumas y mucho drama al final. Por favor, querido lector/a, si te encuentras en un estado emocional delicado, abstente de leer a partir de la separación de escenas donde aparece el asterisco: _*_. Lo principal es su bienestar. Todos los acontecimientos narrados en esta historia son ficticios y no deben imitarse en la vida real. Si estas pasando por una situación difícil, por favor, no dudes en pedir ayuda. No estas sol@.

Había sido una de esas noches.

Las pesadillas no habían desaparecido, sino que habían mermado lentamente. Hacia demasiado que no sentía una tan real, tan viva, tan memorable.

Había sangre. Demasiada sangre que se había enlazado al agua del mar en una fusión escalofriante.

Había dientes, había garras.

Y había una voz llamándolo con desesperación.

"¡Aonung! ¡Aonung!"

Pero él no podía moverse. Quería ir hacia esa voz, quería alcanzarla desesperadamente pero solo pudo extender su brazo y esperar un milagro.

Cuando aquella mano lo tomó, se despertó.

Tsireya estaba envuelta en un manto como un pequeño capullo, con su mano extendida hacia él, como un lazo firme que lo mantuviera atado a la tierra. Era una costumbre que habían adoptado hace años, dormir con sus manos sujetas para que los bravos vientos del pasado no pudieran separarlos. Su cabello estaba suelto a su alrededor, y sus cansados ojos dejaban ver unas pequeñas ojeras. Estaba exhausta después de un largo día.

Miró al cielo por la abertura de su marui. No debía ser muy lejos de medianoche y aguado unos minutos a que su corazón calmara sus enloquecidas palpitaciones.

Suspiró, sabiendo que no volvería a dormir. Por lo que, silenciosamente, se levantó y tomó sus cosas para alistarse. Sujetó su cabello en un simple moño y salió silenciosamente de su hogar. Sabiendo que nadie se percataría de su ausencia.

El pueblo aún estaba dormido, en una palpitante respiración al son de las antorchas. Sabía que estaban todos exhaustos, pronto comenzarían los alumbramientos de las hembras y la euforia vibraba en sus corazones, pero agotaba sus cuerpos con todos los preparativos que realizaban. La llegada de nueva vida a su pueblo era motivo de festejo, de bendición, y cada una debía ser bien recibida.

Se dirigió hacia el muelle en busca de un Ilu; dar un breve paseo por el agua siempre solía llamar al sueño de vuelta.

Estaba casi llegando hacia allí, cuando percibió un movimiento a lo lejos: sentado en el extremo más lejano del puerto había alguien.

Frunció el seño ante la aparición, se suponía que todos los Na'vi deberían estar descansando.

Pero quizás, no todos.

Al acercarse aún más, se encontró con que este Na'vi estaba envuelto en un delicado manto color blanco, que rodeaba sus hombros y cubría su torso, resaltando su brillante piel azul.

Sabía que lo estaba escuchando, por qué sus orejas se movieron con cada paso que daba y su cola se agitó antes de levantarse expectante a que acabara de acercarse.

"Es muy tarde para tomar aire ¿No crees, chico del bosque?"

Los hombros de Neteyam se relajaron visiblemente al escuchar su voz, y vio un atisbo de sonrisa cuando giro su cabeza hacia él.

"Podría decirte lo mismo" su voz sonaba cansada, las silabas arrastrándose unas sobre otras "Supongo que fue una mala noche para ti también" 

"Tal vez" no le gustaba exponerse abiertamente, y más en aquel estado donde sentia la piel aun cosquilleante por los recuerdos.

Te veo, hijo del agua.Where stories live. Discover now