Descendants FANFICTION
Érase una vez en un mundo mágico conocido como Andalasia.
Una niña muy hermosa había nacido, convirtiéndose así en princesa.
Sus padres el rey Edward y la reina Nancy la criaron con amor y bondad.
Interés amoroso: Harry Hoo...
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Copas chocaban, el sonido de los zapatos resonaban en cuanto más nos acercábamos al gran salón del palacio de Agrabah, colores, ropas elegantes, música, una fiesta real...
Recuerdo perfectamente ese día, la brisa combinaba perfectamente con la noche, aquella luna realmente brillaba y lucía tan hermosa, ¿Porque nos privaron de algo tan majestuoso como lo es el cielo?.
La música tan solo armonizaba mis sentimientos y sentidos a flor de piel, la vida real aún me incomodaba, la presencia con tantas personas, caballos, tigres, reuniones, idiomas, entrenamiento de caballero, todo pasaba a velocidad, sin dejarme parpadear, respirar o suspirar.
Amalie es pésima para decir no, por lo que en ese momento recuerdo muy bien verla bailar incómoda con cuánto hombre soltero se acercaba a ella, Ali, Ali el siempre estuvo interesado en ella...
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William se acercó a Uma y a Harry con una sonrisa enorme, y con dos copas de un líquido rojo. El pensamiento en común que compartieron ambos jóvenes piratas fue ¿Qué es eso?
— Debieron haber entrado — Pronunció el joven príncipe.
William entrego las copas a los jóvenes y les sonrió — Vino tinto, es de los mejores— La última parte la susurro, y ambos piratas vieron la bebida con extrañeza, olía distinto.
— Sabe extrañamente bien— Pronunció Harry frunciendo su ceño levemente mientras veía la bebida.
— El vino y el café forman parte de la vida de Jo tanto como respirar — Uma había terminado su bebida con una sonrisa.
— La princesa tiene un buen gusto— William sonrió emocionado y se acercó a un mesero que trajo una copa más para la chica.
—¿Dónde está?— Pregunto Harry con curiosidad al no verla revoloteando por ahí.
William apunto suavemente a un área con su mirada, Harry pudo visualizarla nuevamente, la coleta que recogía perfectamente su cabello ahora dejaba caer unos pocos mechones, la ropa de Agrabah acentuaba sus caderas y busto, sin embargo ahora sonreía incómoda hacia el sultán y un joven, que sonreía con un notorio sonrojo hacia ella, sin embargo no solo ese joven la miraba, gran parte de la población masculina de ese lugar se mantenían atentos a los movimientos de ella.
