Nephilim

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Buenas tardes y bienvenidos de nuevo a los Relatos de las Catacumbas. Soy Perséfone, reina de los muertos en la mitología griega. Para el relato de hoy nos vamos a la mitología de una religión aún vigente a día de hoy. Hoy les toca a los ángeles.

Seguramente os preguntaréis por qué me he ido a una religión vigente para este relato en vez de usar a Thanatos o a Eros, quiénes tienen alas emplumadas. Bien, lo cierto es que hay mucha oscuridad rodeando a estos seres supuestamente puros creados por el dios hebreo. Incluso en sus propios libros sagrados se contradice. En algunos se dice que estos seres no tienen sexo, refiriéndose a los genitales, pero en otros se habla de criaturas nacidas de la unión de una mujer humana con un ángel, llamadas Nephilim, de gigantesco tamaño y que fueron erradicadas durante el diluvio universal. Pero también se discute el aspecto físico de los ángeles. Se habla de jóvenes de apariencia humana con alas, pero también de seres terroríficos con cientos de ojos, compuestos simplemente de alas o de anillos alados. Sea cual sea la descripción, todos son seres alados.

¿Y cuál es la verdad detrás de todo ello? Estáis de suerte, ya que una servidora tiene amigos arcángeles. Arcángeles caídos, por supuesto. Incluso en el relato de su caída hay oscuridad. Pero el relato de hoy no va de la caída, sino de los Nephilim en sí y la verdadera identidad de su padre. Porque no es otro que aquel nacido en la hora más oscura, segundos antes de las primeras luces del primer amanecer que dieron nacimiento al mismísimo Lucifer. Os estoy hablando del arcángel caído Samael.

Ya en su nacimiento fue el arcángel más extraño y rebelde de todos. Piel grisácea, alas oscuras y genitales masculinos. Ninguno de sus congéneres, incluido Lucifer, nació con genitales. Cuando su creador quiso darse cuenta, Samael ya había huido del Cielo, mezclándose con los mortales que habitaban más allá de sus dominios. Decidió ignorarle, creyendo que volvería en muy poco tiempo, pero no podía estar más equivocado. Al tener un aura divina, los mortales le acogían en sus casas, permitiendo que se comiera su comida, vistiera sus ropas, e incluso que poseyera a sus esposas a placer. Para ellos era una bendición si la mujer quedaba embarazada de esa divina criatura cuyo nombre y culto desconocían, ya que creían que era alguna de sus divinidades con otra apariencia.

Para cuando su creador se dio cuenta, los descendientes de Samael, los llamados Nephilim, se contaban por cientos. Fue personalmente a capturarle, saliendo por primera vez de la seguridad de sus dominios y sin saber si sería atacado por otra divinidad. Le llevó de vuelta al cielo y le encerró en una jaula dónde podía ver a sus compañeros mientras iba envenenando su mente. Cuando los ángeles, guiados por Lucifer, decidieron alzarse para hacer una inocente petición a su creador, el poder entender los sentimientos humanos, su creador abrió la jaula de Samael, haciendo que se uniera a esa "revolución", provocando así un hecho violento que justificaría la consecuente caída al averno. Samael huyó también del infierno, sin permitir que sus compañeros caídos le vieran, y se refugió en lo que conocía, las casas de los mortales, quiénes no dudaron en darle cobijo. Pero pronto sabría lo que era la ira de su creador, con el diluvio que mató a sus hijos.

El relato termina aquí, nos vemos mañana con otra historia igual de desconcertante.

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