Secretos enterrados

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Buenas tardes y bienvenidos un día más a Relatos de las Catacumbas. Soy Perséfone, aquella cuya aura asusta a Zeus, aunque él no sabe muy bien por qué. El relato de hoy va de un cadáver que enterré en las tierras de mi madre, pero ella no lo sabe.

Ya os he hablado otras veces de las supuestas amantes de Hades que no fueron, engañadas por Zeus para intentar separarnos. Vamos a ver, ¿a qué clase de persona se le ocurre decirle a otra que va a quitarle a su pareja haciendo que se enamore de ella? Pues eso hicieron ambas. Leuce entendió enseguida que no podía competir conmigo, no le salían las palabras en cuanto me miró a la cara, y pude ver el terror en sus ojos poco antes de convertirla en un árbol. Su reacción al vernos juntos, y que consiguiera colarse en el inframundo, hicieron que me compadeciera un poquito de ella y la dejara estar más cerca de Hades y de mí.

Minthe fue un caso aparte. Ella vino a mí en las tierras de mi madre, dónde tengo que mantener las apariencias, mientras recogía la cosecha de peras de ese año. Me lo dijo con un convencimiento... que tuve que mirar qué cara hacía Hades, escondido arriba del árbol. Su confusión era la misma que la mía.

La dejé hablar. Que dijera todo lo que tenía que decir mientras mantenía la compostura al mismo tiempo que le mandaba señales de que no saldría viva de allí si no se callaba. Hasta que me cansé y le arranqué el alma, convirtiéndola en una plantita de menta. Hades bajó del árbol y le pedí que se la llevara, que yo me encargaba de su cuerpo. Me negué cuando me ofreció ayuda, no quería involucrarle más.

La enterré muy cerca de los cultivos. Cuando mi madre me preguntó por qué había tierra removida, le mentí diciendo que había encontrado unas semillas extrañas y quería ver qué salía de ellas. Me creyó.

Hasta aquí el relato de hoy. Nos vemos mañana con un relato un tanto terrorífico.

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