Folkvangr gatuno

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Buenas tardes y bienvenidos un día más a Relatos de las Catacumbas. Soy Perséfone, aquella a la que no te gustaría enfrentarte si la lías en el inframundo griego. Hoy volvemos a la mitología nórdica para hablar de gatitos. Concretamente gatitos fantasmales.

Seguramente os preguntaréis por qué no me he ido a la egipcia, teniendo a Bastet, Sekhmet y los sacrificios de gatos que se hacían en su honor. Resulta que ambas son muy reservadas en cuanto a los gatitos que les eran ofrecidos como sacrificio, ya que sus almas contienen los deseos de sus fieles, así que mucho de estos animalitos no sé. Pero sí que he conocido a los de la diosa del amor, la belleza y la fertilidad nórdica, Freya.

Bygul y Trjegul son los dos gatos, de la raza bosque de Noruega, de la diosa Freya. Son incluso un poco más grandes de lo normal, y a veces toman la forma de linces para tirar de su carro. También suelen asustar a cualquier hombre que se acerque a la diosa con intenciones de pretenderla, con una única excepción. Se supone que no puedo decir su nombre en alto aún, pero al hermano adoptivo de mi esposo le encanta meter cizaña con estas cosas y se me permite mencionar que es un dios centelleante. Hasta aquí puedo comentaros este asunto.

El asunto es que, después de ciertos eventos que ocurrieron a consecuencia de la liberación del dios del engaño Loki, Freya empezó a encontrar más y más gatos en su casa. No sabía de dónde salían, pero, al contrario que Bygul y Trjegul, estos atravesaban paredes. Es bien sabido que ella también recogía almas de guerreros caídos en batalla, pero no de gatos. Sabía que no los dejaba ningún hombre, ya que sus gatitos ni siquiera reaccionaban a la presencia del intruso que podía traerlos. Otra de sus opciones era que los dejaran allí sus dueños, quiénes debían querer una "otra vida" mejor para ellos.

Bygul y Trjegul no se hicieron extraños a esos gatos fantasma que no dejaban aparecer. De hecho, y para sorpresa de la propia Freya, les guiaban y enseñaban todos y cada uno de los rincones del palacio en el que vivían. También se encargaban de pedirles que no traspasaran las paredes para no asustar demasiado a aquellos vivos que aún habitaban el palacio. Viendo ese comportamiento, Freya decidió sentarse en las puertas de su vivienda, con un cuerno de hidromiel, esperando a quién fuera que le dejara esos gatos.

Y apareció, ya lo creo que apareció. No era para nada a quién Freya se esperaba, ya que era la propia señora de los muertos, Hela, quién dejaba a los animalitos en la oscuridad de la noche. Al preguntarle el por qué le dejaba todas esas almas en su palacio, Hela explicó que esos animales habían sido regalados a doncellas recién casadas en su honor, y que tenía cientos de miles en Helheim. Consideraba que estarían mejor en Folkvangr, dónde Freya residía, al lado de la diosa a la que fueron ofrecidos. Eso le hizo tanta gracia a Freya que le dio acceso a su vivienda a Hela para que pudiera visitar a los gatos en cualquier momento, e incluso dejarlos a la hora a la que ella le apeteciera. Ese fue uno de los eventos que volvió a ambas diosas muy cercanas, ya que le permitieron a Freya el conocer mejor a Hela.

Nuestro relato de hoy termina aquí, gracias por vuestra atención. Os veo mañana con otro relato con una criatura que quizás no os esperéis. Y, acerca de la identidad del hombre que ha encandilado a Freya, sólo tenéis que pensar un poquito. Sabéis quién es.

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