El yin y el yang. Parte II

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¡Qué buen dúo había adquirido Argos! Con uno de sus vástagos curaba las enfermedades, con el otro las provocaba

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¡Qué buen dúo había adquirido Argos! Con uno de sus vástagos curaba las enfermedades, con el otro las provocaba. Más poder y control al alcance de sus manos.

Lo extraño era que Jonathan tuviese poderes de naturaleza tan siniestra, puesto que su magia provenía de un ser puro. Aunque la situación se volvía factible si se consideraba que también era hijo de Argos.

Isabel corrió entonces la manga de su cardigán y lo que vi me dejó perpleja.

—Esta marca me la hizo el joven, una noche en que me demoré en mis tareas y no cumplí puntual con su hora de su cena.

La marca en su piel se asemejaba a un tatuaje. Un dibujo de color rojo vivaz, de forma redondeada, como un febo de cinco rayos.

Cuando giró el brazo pude ver que el diseño continuaba del otro lado, abarcando la totalidad de su muñeca. Era la forma de una mano humana grabada a fuego.

››Me dijo que me lo dejaba como recordatorio, para que jamás olvidara cuáles debían ser mis prioridades mientras estuviera a su servicio.

—¡Pero qué gran cretino!—exclamé. Las palabras se me escaparon de los labios a viva voz. ¡Si ‹‹el señorito›› no hubiera estado muerto, me hubiera encargado de aniquilarlo yo—. ¿Hace cuánto tiempo pasó esto? La marca parece reciente.

—Lleva meses sanando, pero la cicatriz nunca desaparece. A veces siento como si me ardiera—reveló. Acto seguido volvió a cubrirla con su uniforme—. Pero, por favor señorita, no hable de esto con nadie. Algunos podrían pensar que me he estado quejando de lo que el señorito me hizo y en el fondo sé que me lo merecía—expresó, temblorosa.

Mi corazón se sobrecogió ante tanta crueldad y sometimiento.

—Calmase Isabel, tiene mi palabra. No divulgaré nada de lo que me ha dicho.

—Gracias señorita —musitó. Pero, aún continuaba nerviosa —. ¿Le importaría si regreso más tarde? De momento no me siento muy bien... Solo espero no enfermarme.

Al pronunciar aquellas palabras, una nueva duda afloró, pero no quería seguir atosigándola.

—Tómese el descanso que necesita.

Tras mi visto bueno, la mujer se marchó a la brevedad, dejándome con esa última pregunta resonando en mi mente.

‹‹¿Si Evelia podía sanar, cómo pudo morir de una enfermedad?››

Tal vez, era inmune a sus dones o no estaba enferma realmente. Quizá alguien la había asesinado.

La cabeza había comenzado a pesarme. Me sentía aturdida. Con gran esfuerzo, llegué a recostarme en el jergón. ¡Justo a tiempo! Un mareo me embargó y mis párpados se cerraron contra mi voluntad.

Una vez más fui presa de la más absoluta oscuridad. 

Místicas Criaturas. El RefugioNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ