Agua de vida. Parte I

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La gema diamantina se hallaba en la cúspide

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La gema diamantina se hallaba en la cúspide. Extendía sus rayos por el blasón celeste, creando una verdadera telaraña de luz blanca sobre nuestras cabezas.

Nos dirigíamos a la ‹‹Montaña Sagrada››, hogar de Iris en ‹‹Tierra Mística››, reservorio del ‹‹Agua de la Energía Vital››. Elixir que necesitaba para salvar a los humanos enfermos de ‹‹El Refugio››.

‹‹¿Aceptaría la reina, mi tátara abuela, otorgarme aquel preciado tesoro para ayudar a aquellas criaturas que tanto daño le hicieron a sus creaciones?››

Desde nuestra posición, en la cima de una dorada colina, su casa se veía lejana.

La montaña era la más alta de sus hermanas, las cuales la flaqueaban a los lados, sin perder su vanidad. Después de todo, eran también hermosos pináculos de plata.

Centré mi vista en el valle. Mi corazón casi salta de mi pecho cuando distinguí aquel corcel atezado. Su larga lengua sorbía el néctar de los capullos, como si de un colibrí se tratara, mientras sus alas lo mantenían a flote. 

Comenzamos a aproximarnos hacia el animal, el cual pareció advertir nuestra presencia, ya que dejó de alimentarse e hizo una reverencia ante la reina

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Comenzamos a aproximarnos hacia el animal, el cual pareció advertir nuestra presencia, ya que dejó de alimentarse e hizo una reverencia ante la reina.

—¡Guardián! ¡¿Otra vez comiendo dulce entre comidas?! Después tendrá que venir el Espíritu del Bosque a sanar tu dolor de estómago—reprendió Iris, como toda una madre. El Pegaso glotón se mostró alicaído—. ¡Y no te pongas dramático frente a nuestra invitada! Alise apoya lo que digo—señaló Iris, con determinación.

En mágico equino me dirigió una mirada de pesadumbre.

—Lo apoyo, pero...ya no lo reprendas ¿sí?—solicité. En ese momento era yo quien hacía ‹‹ojitos››—. ¡¿Verdad que no lo volverás a hacer bonito?!

Me acerqué al caballo y comencé a acariciar sus crines. ¡Era tan bello! Él comenzó a relinchar de satisfacción.

—¡No puedo creerlo!—Mi abuela estaba perpleja—. ¡Son un caso serio los dos!

Tras aquel episodio, sin mayores reprimendas, Iris solicitó a Guardián que fuera mi guía hacia la montaña sacra.

—¿Tú cómo viajaras?—cuestioné, mientras montaba al místico animal.

Su sedoso plumaje cosquilleaba mis piernas.

—También tengo transporte—respondió. Después emitió un melodioso silbido que provocó que un grupo de Pegasos, que pastaban en el florido valle, se irguieran respondiendo al llamado.

Sus esbeltos cuerpos estaban impregnados de partículas de oro, al igual que las flores, por lo que todos parecían Pegasos mellizos. Sin embargo, había un animal que sobresalía. Un corcel de gran porte que, al desplegar sus magnánimas alas para alzar vuelo, se deshizo de la capa de polvo, tornando su pelaje de un blanco refulgente como nieve.

La criatura se posó junto a Guardián y noté que, si bien su cuerpo era inmaculado, las puntas de sus péndolas, conservaban un tinte dorado.

—Ella es Dulcinea, la compañera de Guardián—comunicó Iris. Ambos equinos se profesaron su afecto frotando entre sí sus hocicos.

Poco después emprendimos el vuelo.  

  

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Místicas Criaturas. El RefugioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora