Capítulo 4

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Me desperté de repente, incorporándome de la cama y jadeando. Miré a mi alrededor y me tranquilicé al ver que era mi habitación.

-Mar, ¿qué pasa?

Me sobresalté, ya que no esperaba haber despertado a Raúl.

-Nada. He... He tenido una pesadilla, eso es todo.

-¿Quieres contármela? Dicen que ayuda a olvidarlo.

-¡No! No hace falta, no era para tonto- dije apresuradamente. Sabía que si se lo contaba le preocuparía.

-Pues no lo parecía, jaja.

-Bueno... ¿y qué haces despierto?¿Te he despertado? -dije intentando desviar el tema.

-No, no. Em... yo no... yo no duermo.

-Ah ¿no? ¿Y qué haces por las noches?

-Suelo leer o tocar el piano para olvidar por un tiempo la realidad. Algunas noches incluso estudio o me miro cualquier asignatura.

-¡Por eso vas tan sobrado!

-Si... - dice con cara de pillín.- Pero bueno, dejemos la charla sobre mí. ¿Me vas a contar entonces la pesadilla?

Tras pensarlo un rato, acepté y se la conté, intentado no darle muchos detalles, ya que, nada más empezar, se puso tenso al oír de lo que se trataba.

Cuando terminé, me besó y me abrazó fuerte, como si me estuviese protegiendo, y me dijo:

-Nadie te hará daño mientras que yo esté a tu lado.

Sin dejar de abrazarme, se tumbó en la cama y me arropó. Alcé la cabeza y me encontré con sus ojos. Nos quedamos mirándonos un tiempo que me pareció enorme y, por impulso, le besé. Rodeé su cuello con mis brazos y él puso sus manos en mi cintura. Notaba cómo se me encalorecía el cuerpo y cómo, a cada minuto que pasaba, tenía más ganas de él.

-No, Mar, para -dijo cogiendo mis brazos y apartando la cara.

Pero yo no me di por vencida y continué besándolo. Aún así, se apartó y, esta vez, salió de la cama.

Caí boca abajo y abracé la almohada. De repente, empezaron a caer lágrimas de mis ojos descontroladamente.

-¿Mar?-dijo Raúl acercándose- ¿qué te pasa?.- Intentó darme la vuelta, pero al ver que no le dejaba, pasó por encima mía y se tumbó, mirándome a los ojos.- No llores, cariño, que así estás muy fea -dijo intentando bromear y limpiando las lágrimas con las yemas de los dedos.

-Yo... yo no... yo no te gusto, ¿verdad?

-¿Qué? Claro que me gustas. Mucho. ¿Porqué piensas eso?

-Es que, como no...

-Mira, -dijo interrumpiéndome- aunque no lo creas, yo quiero hacerlo y, seguramente, tenga más ganas que tú. Pero esta noche no, ¿de acuerdo? Además, son las 2 y media de la mañana y tienes que dormir algo.

Y tras decir eso me dio un beso de disculpa y reconciliación. Me di la vuelta y el me abrazó por detrás y, poco después, mis ojos se cerraron y mi mente voló a otra parte.


Eran las 7:30 cuando la canción "Kiss You" de One Direction sonó. Me incorporé soñolienta y, en ese momento, apareció Raúl con una bandeja que contenía el desayuno.

-¡Buenos días, preciosa! -dijo con una amplia sonrisa, dejando enseñar sus dientes.

-¡Hola! ¡Buenos días!

Soltó la bandeja en la cama, me dio un beso y fue a subir la persiana para que se viera mejor.

Aproveché para echarle un vistazo a la bandeja y me quedé anonadada al ver lo que contenía: dos tazas de chocolate caliente, dos tostadas de mantequilla y otras dos de aceite y tomate y dos servilletas.

-¿Todo esto lo has preparado tú? -dije muy sorprendida. Asintió con la cabeza, sonriendo, y añadí -¿Y pretendes que nos lo comamos todo en 20 minutos?

-Tenemos Gimnasia a primera, así que no pasa nada si llegamos un poco tarde.

Se sentó a mi lado y cogió una tostada de mantequilla. Yo cogí una de tomate y aceite y le pegué un mordisco. ¡Estaba buenísima! No tenía mucha sal ni aceite en exceso, pero sí con mucho tomate, como a mí me gustan. Pero también me di cuenta de otra cosa:

-El tomate lo acabas de picar tú, ¿verdad?

-Sí, ¿cómo lo sabes? -preguntó extrañado y sorprendido.

-Porque está más jugoso y fresco que el de los tarros que guarda mi madre en conserva.

-Me alegro de que te haya gustado -dijo y le dio un beso.

En nuestras bocas se hizo una mezcla de los sabores de las tostadas, salado con dulce.

-Te cambio la tostada. A ver cuál te gusta más.

Pegamos el mordisco a la vez y, al darnos cuenta, sonreímos.

-¿Cuál está más rica? -dijo, desesperado por saber la respuesta.

-Pues las dos están muy buenas, pero si tengo que elegir, elijo la de tomate y aceite.

Cogí una de las tazas de chocolate y bebí un poco. Estaba exquisito y no muy espeso. Justo cuando dejé la taza en la bandeja, Raúl me besó repetidamente y, tras poner su frente contra la mía, sonrió y me dijo:

-Tenías un poco de chocolate en el labio. Mm... definitivamente está más rico si viene de ti.

Me derretí automáticamente por dentro y sentí cómo se me incendiaban las mejillas. No estaba preparada para escuchar ese tipo de cosas aún. Volvió a besarme, se separó y seguimos desayunando entre risas. Cuando terminamos, ayudé a Raúl a recoger los platos y luego me cambié de ropa.

El profesor acababa de entrar al gimnasio cuando entramos, por lo que no nos puso retraso. Ese día nos explicó el proyecto trimestral, que consistía en bailar una coreografía de salsa hecha por nosotros y la canción a elección nuestra también. Eso significaba que ¡tendría pasar más tiempo con Raúl para ensayar! Pero se me quitó esa ilusión cuando el profesor dijo que era él el que elegía las parejas por sorteo. A Raúl le tocó con Rosa y a mí con Sergio.

No me podía quejar de pareja. Sergio es un chico alto, más o menos de mi altura, de pelo oscuro, con buen cuerpo (se notaba que iba al gimnasio) y de ojos verdes. Es un buen estudiante y se centra mucho, así que esperaba que me fuera bien con él como pareja de baile.

-Esta podría haber sido una buena escusa para pasar tiempo juntos -me dijo Raúl.

-Ya... -dije con pena- Pero no nos podemos quejar de las parejas que nos han tocado.

-Cierto. Rosa es buena y Sergio también.

Ese día tocaba voleibol y fútbol, pero como no tenía ganas de jugar, fingí tener mareos y me quedé en el gimnasio junto a Raúl, con su escusa de cuidarme.

Vida inesperadaWhere stories live. Discover now