Capítulo 5

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Nos fuimos a las colchonetas donde Raúl de sentó, apoyando la espalda en la pared y con las piernas estiradas, y yo me tumbé, poniendo mi cabeza en sus muslos. Me entretuve en juguetear con las arrugas de su pantalón mientras él me acariciaba y jugaba con los mechones de mi pelo. Me sentía relajada, protegida y como si no tuviera nada de lo que preocuparme. Me llegué incluso a dormir y lo sé porque cuando abrí los ojos, Raúl dijo sonriendo:

-¡Buenos días, cariño!

Me incorporé y me giré hasta poner mis piernas a ambos lados de las suyas. Bajé mi cabeza hasta el hueco de su cuello, y él me abrazó por la cintura,  acariciándome el trozo de piel que dejaba la camiseta al descubierto. Levanté la cabeza, pero en vez de encontrarme con sus ojos, me encontré con sus labios en los míos. Automáticamente mis brazos volaron a su cuello y empecé a sentir ese calor que sentí esa madrugada, pero esta vez era diferente, era como si Raúl también quisiese hacerlo, cosa que anoche no pasó. Esta vez fui yo quien se apartó y, mirándole a los ojos, le dije:

-¿Anoche no querías y ahora sí? ¿A qué viene ese cambio de opinión?

-No sé.

Y continuó besándome, acercando mi cuerpo al suyo con las manos que tenía en mi espalda. En ese momento, se abre la puerta del gimnasio y aparece Alba, una muchacha no muy alta, delgada, con ojos marrones y una melena entre rubia y castaña, tan larga que le llegaba a la cintura, y ondulada; mi mejor amiga. Cuando nos vio, abrió mucho los ojos y dijo:

-¡Perdón! No quería interrumpir.

-No pasa nada -dije soltando una carcajada.

Entonces tocó el timbre y todos empezaron a entrar.

Las dos horas siguientes teníamos lengua y francés, pero, como era el día de la Mujer Trabajadora, nos pusieron la película "Como agua para chocolate". Nos fuimos a los últimos bancos de la biblioteca, donde se proyectaba el película, que estaban especialmente colocados para la especie de sala de cine improvisada, y nos sentamos allí, yo me puse medio tumbada, con la espalda en la pared, y Raúl sí se acostó a lo largo del banco, poniendo la cabeza encima de mis muslos, para así no ver la película. Se quedó mirándome pensativo y , cuando empezó la película, comenzó a juguetear con mis dedos y los anillos que siempre llevaba puestos.

-¿Porqué nunca te los quitas? -dijo Raúl, refiriéndose a los anillos.

Sólo llevaba dos: en la derecha, el anillo que me regaló mi abuela por mi comunión; y en la izquierda uno que me dio mi madre y que había pertenecido a mi abuela en la izquierda. Ambos eran de oro con pequeños diamantes blancos incrustados, aunque el segundo también tenía de otros colores.

-Pues no lo sé. Supongo que me he acostumbrado tanto a tenerlos que, si me los quito, me siento rara. Sólo me los quito si es estrictamente necesario - dije susurrando, porque la película acababa de empezar.- Fíjate si no me los quito, que  tengo hasta la marca de ellos.

Y era verdad. Cuando los deslizó un poco, se pudo ver perfectamente la silueta del anillo más blanca que el resto de la mano. Al comprobarlo, soltó una leve risa y siguió con lo suyo.

Dejamos la conversación ahí y me dispuse a ver la película. La primera hora de me hizo muy corta, pero la segunda parecía como si no fuese a acabar nunca.

El recreo lo pasamos en el gimnasio, preparando la coreografía, cada uno con su pareja. Sergio y yo elegimos "Vivir mi vida" de Marc Anthony. Buscamos algunos vídeos en YouTube para que nos sirviera de ejemplo y probamos algunos con la canción para ver cómo quedaba. No conseguía concentrarme del todo cuando bailaba con Sergio, ya que mi mente estaba con Raúl. Cómo me gustaría estar con él en este momento, abrazados y bailando juntos.

-No se queda muy mal, ¿verdad, Mar? -dijo Sergio, despertándome de mis imaginaciones.

-¿Perdona?

-Los pasos, ¿te gusta cómo de quedan?

-Pues... la verdad es que no estaba pendiente, Sergio. Perdóname.

-No pasa nada, Mar. Tranquila - dijo con un su dulce voz.

-¿Qué te parece si quedamos esta tarde y practicamos algo? A ver si estoy más concentrada.

-De acuerdo. ¿Qué tal a las cuatro y media  en mi casa?

-¡Perfecto! -dije, con esperanzas de que no fuera a haber nada ni nadie que lo impidiera.

Cuando sonó el timbre, me despedí de Raúl y fui al baño, para luego dirigirme al aula de dibujo técnico. Esa clase fue la mejor del día, aunque fuese la única en la que no estaba con Raúl -él prefirió tecnología.

De camino a casa le dije a Raúl que había quedado esa tarde con Sergio. Él, como no, quería acompañarme, pero al final conseguí convencerlo de que no me pasaría nada, aunque se quedó pensativo.

-Vamos, anímate. No me va a pasar nada, tranquilo.

-No se, Mar. No me gusta la idea de separarme de ti y dejarte sola. -un escalofrío recorrió su cuerpo.

-No voy a estar sola. Estará Sergio conmigo, él me defenderá si pasa algo.

-Bueno, vale. Pero al menos déjame acompañarte hasta su casa.

Como no tenía otro remedio, acepté. Me quedé en mi portal hasta que dobló la esquina de mi calle. Sabía que le estaba observando, porque me mandó un beso antes de doblar la esquina. Yo hice como que lo cogía en el aire y me besé la mano. Al ver el gesto, sonrió y volvió la esquina.

No recuerdo qué comí ni qué hice después de comer, sólo recuerdo que estaba entrando al ascensor, después un espacio en blanco y después salir del ascensor y ver a Raúl esperando en el portal. Cuando abrí la puerta, me abalancé sobre él y uní mis labios con los suyos. Cuando el beso terminó, no me atreví a soltarle, así que metí mi brazo debajo de sus sudadera y lo apreté a mi. Él puso también su brazo sobre mis hombros y así fuimos todo el trayecto hasta la casa de Sergio. El camino se me hizo corto pese a que Sergio vivía a las afueras del pueblo, cerca de un spa llamado "La Llave de Granada". Nos despedimos con un largo abrazo y un beso en la puerta de la casa de Sergio.

-Adiós. Te echaré de menos -dije, cuando Sergio abrió la puerta.

-Y yo a ti, cielo - y dirigiéndose a Sergio, dijo - Cuídamela.

-Tranquilo, lo haré -dijo, esbozando una sonrisa tranquilizadora.- Es mi deber.

No se si dijo esta última frase, ya que fue como un susurro. Si lo dijo, ¿qué significaba?, y sino lo dijo ¿qué fue lo que escuché?

Ensayamos en su habitación, con la música sonando en su altavoz de pie. Conseguimos montar más de la mitad de la coreografía antes de que me fuera. Nos quedaba otro trozo más, pero eso no era lo que me preocupaba. Cuando salí al encuentro de Raúl, notó que me pasaba algo, pero le tuve que mentir al decirle que no pasaba nada.


Media hora antes.

-Bueno, repitamos esta parte -dijo Sergio.

Iba todo estupendamente, hasta que, en uno de los giros, me resbalé y Sergio, para que no me cayera, me agarró por la espalda y me pegó a sí, lo que provocó que nuestras caras y nuestras bocas quedaran a muy poca distancia. Mi corazón empezó a latir aún más fuerte y mi respiración se agitaba. ¿Por qué? Me incorporé rápidamente e hice como si no hubiera pasado nada.

Sabía que estaba preocupada por una tontería, una mera confusión, por lo que no quería preocupar también a Raúl con ello.

Vida inesperadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora